"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.
VIERNES, 1 - ENERO - 2021
“Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!”
Comenzamos un nuevo año celebrando la
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Durante la octava de Navidad que
culmina hoy hemos estado contemplando el misterio de la Encarnación del Hijo de
Dios en la persona de aquel Niñito que nació en un establo de Belén. Hoy
levantamos la mirada hacia la Madre que le dio la vida humana y fue la primera
en adorarle, teniéndolo aún en su vientre virginal. Aquella a quien se refiere
san Pablo en la segunda lectura de hoy (Gál, 4,4-7) al decir: “Cuando se
cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la
Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser
hijos por adopción”. Aunque no la menciona por su nombre, este es el texto más
antiguo del Nuevo Testamento que hace referencia a la Madre de Jesús.
La Maternidad Divina es también el dogma
mariano más antiguo de la Iglesia, decretado por el Concilio de Éfeso en el año
431, que la declaró theotokos, término griego que literalmente quiere decir “la que parió a Dios”.
En esta solemnidad tan especial, en lugar de
comentar las escrituras como solemos hacer, me gusta compartir un corto ensayo
escrito por un ateo (Jean Paul Sartre), quien logró captar como ninguno ese misterio de la maternidad divina.
“La Virgen está pálida y mira al niño. Lo que
yo habría querido pintar sobre su cara es una maravillosa ansiedad que nada más
ha aparecido una vez sobre una figura humana. Porque Cristo es su niño, la
carne y el fruto de sus entrañas. Ella le ha llevado nueve meses, y le dará el
pecho, y su leche se convertirá en sangre de Dios. Y por un momento la
tentación es tan fuerte que se olvida de que él es Dios. Le aprieta entre sus
brazos y le dice: ‘Mi pequeño’. Pero en otros momentos se corta y piensa: ‘Dios
está ahí’, y ella es presa de un religioso temor ante ese Dios mudo, ante ese
niño aterrador. Porque todas las madres se sienten a ratos detenidas ante ese
trozo rebelde de su carne que es su hijo, y se sienten desterradas ante esa
nueva vida que se ha hecho con su vida y que tiene pensamientos extraños. Pero
ningún niño ha sido tan cruel y rápidamente arrancado de su madre que éste,
porque es Dios y sobrepasa con creces lo que ella pueda imaginar.
“Pero yo pienso que también hay otros momentos,
rápidos y escurridizos, en los que ella siente que a la vez que Cristo es su
hijo, su pequeño, y que es Dios. Ella le mira y piensa: ‘Este Dios es mi hijo.
Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo
de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!’
“Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de
tener a su Dios para ella sola; un Dios tan pequeño que se le puede tomar en
brazos y cubrir de besos, un Dios tan cálido que sonríe y respira, un Dios que
se puede tocar y que ríe. Y es en uno de esos momentos cuando yo pintaría a
María si supiera pintar…”
Que el año que acaba de comenzar sea uno lleno de bendiciones para todos. Pidamos a Santa María, Madre de Dios, que nos lleve de su mano hacia su Hijo, que es también nuestro hermano. ¡Feliz Año Nuevo!
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