"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
VIERNES DESPUÉS DE EPIFANÍA
“¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo
averiguaron le dijeron: “Cinco, y dos peces”.
Juan continúa dominando la primera lectura de
la liturgia para este tiempo. La primera lectura de hoy (1Jn 4,7-10), que
parece un trabalenguas, es tal vez el mejor resumen de toda la enseñanza de
Jesús: “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios
es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al
mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a
su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados”.
El amor de Dios, y la identidad del Amor con
Dios es el tema principal de Juan; nunca se cansa de insistir. Pero en esta
lectura va más allá; entrelaza el tema del amor con el misterio de la
Encarnación, unida a la vida, muerte y resurrección de su Hijo. De ese modo el
amor no se nos presenta como algo espiritual, ideal, sino como algo real,
palpable, histórico, con contenido y consecuencias humanas.
“Amémonos unos a otros, ya que el amor es de
Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”, nos dice san Juan.
Nuestro amor es producto del Amor de Dios, de haber “nacido de Dios”. Si
permitimos que ese Amor haga morada en nosotros, no tenemos más remedio que
amar; amar con un amor que participa de la naturaleza del Amor divino. Por eso
amando al prójimo amamos a Dios y seguimos creciendo en el Amor. Es un círculo
que no termina. Alguien ha dicho que el amor es el único don que mientras más
lo repartes más te sobra.
Y eso es precisamente lo que vemos en la
lectura evangélica de hoy (Mc 6,34-44), el pasaje de la “primera multiplicación
de los panes”. Un milagro producto de la gratuidad del amor. Al caer la tarde
los discípulos le sugieren a Jesús que despida la gente para que cada cual
resuelva sus necesidades de alimento. La reacción de Jesús no se hace esperar:
“Dadles vosotros de comer”. Ya anteriormente Marcos nos había dicho que Jesús
se había compadecido de la gente porque andaban “como ovejas sin pastor”, lo
que le motivó a “enseñarles con calma”. Tenían hambre; no hambre material, sino
hambre espiritual. Jesús se la había saciado con su Palabra. Ya el rebaño tiene
Pastor. El Pastor tiene que procurar alimento para su rebaño. Llegó el momento
del alimento, de la fracción del pan. “Dadles vosotros de comer”.
Vemos en esta perícopa evangélica una
prefiguración de la celebración Eucarística, en la cual nos alimentamos primero
con la Palabra de Dios para luego participar del Banquete Eucarístico. Es lo
que la Iglesia, sucesora de los apóstoles sigue haciendo hoy. Y todo producto
del Amor de Dios, que quiso permanecer con nosotros bajo las especies
eucarísticas.
Hoy, pidamos al Señor por los ministros de Su Iglesia, para que continúen pastoreando Su rebaño, y alimentándolos con el Pan de Su Palabra y el Pan de la Eucaristía.
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