"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
SÁBADO DENTRO DEL TIEMPO DE NAVIDAD
“En medio de vosotros hay uno que no conocéis,
el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la
sandalia”.
Continuamos el tiempo de Navidad, que nos
llevará hasta la Fiesta de la Epifanía. La liturgia de esta semana está
dominada por san Juan apóstol y evangelista (primera y segunda lecturas).
Durante todo el Adviento estuvimos
preparándonos, anticipando la llegada del Salvador, a quien hemos encontrado en
la Navidad; Emmanuel, “Dios-con-nosotros”. En la primera lectura (1 Jn
2,22-28), Juan nos hace un llamado a no alejarnos de ese Dios que ha “acampado”
entre nosotros. Nos exhorta a acampar en Él como Él lo ha hecho entre nosotros.
Y el verbo que resuena a lo largo de toda la lectura es “permanecer”. La
invitación de Juan es a que permanezcamos en Él (que es uno con el Padre), en
Su palabra, en Su “unción”. De ese modo no nos dejaremos engañar por los
“anticristos”, y seremos acreedores de Su promesa de vida eterna. Juan llama
anticristos a todos los que no creen que Jesús es el Mesías enviado por Dios
que ha asumido nuestra carne mediante el misterio de la Encarnación.
El llamado de Juan es apropiado para esta época
en que todavía estamos celebrando la Navidad y el comienzo de un nuevo año
calendario. Si esa alegría desparece junto a los árboles de Navidad, las
guirnaldas, las bombillas de colores, y los Belenes, lo que tuvimos fue una
“ilusión” de Navidad, quiere decir que Jesús no nació en nuestros corazones.
Si, por el contrario, la Navidad continúa dentro de nosotros durante todo el
año, Dios obrará maravillas en nuestras vidas. Y esas maravillas no
necesariamente se reflejarán en milagros espectaculares. El verdadero milagro
será nuestra forma de enfrentar la vida cotidiana y los retos que ésta nos
lanza, con la certeza de que Dios habita en nosotros y nosotros en Él.
En la segunda lectura retomamos el Evangelio
según san Juan (1,19-28) con el testimonio de Juan el Bautista. Todos estaban
deseosos de la llegada del Mesías y se preguntaban si Juan lo sería. Veían en
Juan una actitud diferente; hablaba con la autoridad que proporciona el “creer”
lo que se dice. Así, Juan se convierte en la “voz” de la Palabra. Entre la
multitud anónima había un grupo de fariseos, quienes ante la negativa de Juan
sobre su identidad con el Mesías, le preguntan que por qué bautiza. Juan no
entra en discusiones sobre su bautismo, y se limita a señalar: “Yo bautizo con
agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí,
y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”.
“En medio de ustedes hay uno que no conocen”.
Dios está entre nosotros todos los días de nuestra vida, pero no lo reconocemos
(Cfr. Mt 25,40). Si la
Navidad no fue para nosotros una celebración fugaz, sino una experiencia que ha
de permanecer en nuestros corazones a lo largo del año que comienza, nos
convertiremos, al igual que Juan Bautista, en testigos de Jesús, en la “voz” de
la Palabra hecha carne. Y al igual que Juan, allanaremos el camino para que
otros lo conozcan y reciba en sus corazones. Así, todo el año será Navidad…
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