"Ventana abierta"
-“No se preocupen, son cosas de Mamá”.
ADELANTE LA FE
Cuentos con moraleja del Padre Lucas Prados
“Son cosas de mamá”
Padre Lucas Prados
La devoción a la Virgen María siempre fue para todo cristiano una de las principales fuentes de gracia y alegría. Desde bien pequeños se nos enseñaba a rezarle a María y a pedirle las gracias que necesitáramos, pues sabíamos que ella se preocuparía de obtenerlas de su Hijo para nosotros. No en vano decimos que María es “medianera de todas las gracias”.
El pueblo sencillo siempre encontró en María una aliada para sus necesidades y una consoladora en sus penas. Y es verdad, María, como buena madre siempre está cerca de todo aquél que le invoca. ¡En cuántas ocasiones María consiguió de su Hijo todo lo que quería! Y eso que a veces no estaba en los planes de Cristo; pero los ruegos de María siempre le conmovieron.
Hace unos días leía una sencilla y bella historia que refleja muy bien el cariño que María tiene por todos nosotros. No en vano, su propio Hijo la hizo madre nuestra en el momento de la cruz. Esta historia dice así…
Paseaba Santo Tomás por los jardines del cielo, cuando vio pasar un alma que no resplandecía tanto como las demás… y luego vio otra… y otra más… De inmediato fue a reclamarle a San Pedro.
- Oye, Pedro, ¿por qué andan por ahí algunas almas que luego se ve que no tienen tantas cualidades y virtudes como las demás?
Pedro le contestó:
- Dime por dónde, Tomás
- Por todos lados, indicó.
- Vamos a ver -dijo Pedro-.
Y saliendo de la portería se dirigieron a los jardines. En efecto, por doquier se veían almas que no resplandecían tanto. Sin embargo se veían felices de estar ahí.
- Pues mira, esos no han pasado por la puerta. Yo no los hubiera dejado entrar, puntualizó Pedro.
- Pues entonces aquí está pasando algo raro, y más nos vale que investiguemos -dijo Tomás.
Decidieron recorrer las vallas del Paraíso y encontraron un gran agujero en una de ellas, la que quedaba más cerca de la Tierra.
- ¡Caramba! Es por aquí por donde se están colando -dijo Tomás-.
- El que hizo esto, lo va a pagar caro con nuestro Dios, que aunque bueno, es muy justo… sentenció Pedro.
Se acercaron ambos al agujero y con sorpresa descubrieron que había atado de ahí un inmenso rosario que llegaba hasta la Tierra, y muchas almas por ahí venían subiendo. Ambos apóstoles se giraron con cara de sorpresa y consternación.
Tras un silencio, Pedro dijo:
- María no ha cambiado nada. Desde que la conocí en Caná supe que era de esas personas que se saltan cualquier barrera si de ayudar se trata.
Tomás resignado dijo:
- Si ni su Hijo se le escapa. ¿Te acuerdas de que no quería hacer el milagro de las bodas de Caná y con una sola mirada de Ella accedió?
Pedro concluyó diciendo:
- Mira Tomás, tú y yo no hemos visto nada.
En eso que sonó una voz que los sobresaltó:
- ¿Ustedes también?
Con cara de asustados se volvieron hacia el Señor y percibieron una grata sonrisa. Él les dijo:
- “No se preocupen, son cosas de Mamá”.
Este es un simple cuentecillo, pero que sin duda refleja una gran verdad. Una vida espiritual sólida debe tener como uno de sus elementos esenciales el rezo diario del Rosario. Es habitual escuchar frases como “Tengo mucho que hacer, no tengo tiempo para el Rosario”, etc. Nuestro principal deber es alcanzar la vida eterna… ¿De qué nos serviría ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?
En estos momentos de oscuridad acudamos a ella, pues es “consuelo de los afligidos”, “auxilio de los cristianos” y “causa de nuestra alegría”. Recuerda, María siempre tiene la puerta abierta para nosotros los pecadores, pues ella también es “refugio de los pecadores”. Ella está junto a nosotros en los momentos difíciles de esta vida para ayudarnos y acompañarnos. Y también estará junto a nosotros cuando nos presentemos ante Dios para ser juzgados. Como hijos de María, ella siempre tendrá palabras que moverán a Dios a tener misericordia de nosotros. Y si San Pedro nos pone alguna pega, acudirá Jesús a decirle: “¡Permítele entrar, son cosas de mamá!”
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