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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 4 de enero de 2021

Cuarta Semana de Adviento. "El Pequeño Flautista". Miércoles, 23 - Diciembre - 2020

 "Ventana abierta"

Cuarta Semana de Adviento

El Pequeño Flautista

Daniel paseaba por las calles de Belén tacando su flauta. ¡Qué música tan alegre! Aquellos que la escuchaban tenían el corazón contento. Sin embargo nadie envidiaba la suerte de Daniel. Desde su nacimiento, su corazón era débil, lo que no le permitía jugar con otros chicos. Cojeaba un poco de la pierna izquierda y además era ciego. Eso era lo más triste.

Daniel era un muchacho feliz, y su alegría era contagiosa. Una mañana, una espesa niebla envolvía el pueblo. Al mirar por las ventanas, los habitantes sólo veían un velo gris. Las callejuelas y los lugares conocidos parecían irreales. Esto no era lindo para nadie, menos para Daniel. La niebla no lo podía detener en casa, al contrario. Ese día, Daniel tenía más que unas ganas de salir. En esa época, todavía no se festejaba la navidad, por supuesto. Pero la alegría que sentía el chico era muy parecida a la que sentimos al acercarse la fiesta de la luz. El tomó su flauta, y después se dejó guiar por su fino oído. Se dirigió a hacia la puerta del pueblo y fue a sentarse sobre su piedra preferida. Sentado así en medio de la niebla, tocaba en su flauta: “¡Hija de Sión, regocíjate!” En ese momento no era el niño ciego, era una orquesta nupcial que tocaba para el novio real y su joven esposa. Daniel tocaba con todo su corazón y no se dio cuenta de los velos de bruma que flotaban alrededor de él e impedían a la gente ver; él tocaba, ¿pero porqué tocaba? ¡Para que María y José encontraran el camino a la Puerta Alta!

Pues tenía que cumplirse la profecía que decía que encontrarían por esta puerta al pueblo.

María y José se habían perdido en la niebla y erraban al azar en este mundo velado. De repente escucharon el canto de la flauta: “Hija de Sión, regocíjate”. María y José se pararon para escuchar el canto maravilloso; después continuaron la marcha en dirección de donde venía esta dulce música. Enseguida maría percibió, surgiendo de la niebla, la silueta de un muchachito sentado sobre una piedra y con la flauta en los labios: “¿Quién es este enviado de Dios”, se preguntó, “que parece estar aquí para guiarnos?”.

Escucharon al pequeño músico sin moverse, sin interrumpirlo. Cuando hubo terminado su canto, Daniel se volvió hacia ellos: - “Quienes son ustedes?, le preguntó, “¿Qué hacen aquí?”.

- “Somos gente pobre; ¿Quieres indicarnos el camino a Belén?”, respondió José.

- “Ustedes gente pobre?, dijo el chico asombrado. 

Durante un momento su mirada parecía examinarlos atentamente. Añadió finalmente: 

- “Están al pie del muro que lo rodea. Siguiéndolo, llegarán delante de la puerta”. 

María y José percibieron ahora la sombra de la muralla. Agradecieron al pequeño flautista y continuaron su camino. Es así como llegaron a la Puerta alta, la cual encontraron abierta, con la llave plateada en la cerradura… y encontraron el pueblo.

María y José escucharon alejarse el sonido de la flauta. Daniel tocaba más y más. Era necesario que su alegría se expresase, pues habían visto algo maravilloso. Se había sentido bañado por una luz y en ella había percibido a dos personas que llevaban con ellos a un niño. Y el niño le había hecho una señal: 

- “¡ven!”. 

Oh, sí, Daniel iría, iría cuando llegase el momento. Por ahora no podía más que soplar y soplar su flauta, como si con su música, tuviera que disipar la niebla y la ceguera de los hombres.

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