"Ventana abierta"
Segunda Semana de Adviento
La luz en el farol
Al caer la noche, Tito
el posadero tomó su farol para ir al establo y renovar el heno de Remo, el
buey. Al prender la vela, Tito se dio cuenta que estaba casi consumida.
- “Por esta noche
alcanzará”, murmuró.
Atravesó el patio acompañado de la pequeña llama que disipaba la oscuridad alrededor de él. Tito penetró en el establo y colgó el farol en un gancho del techo. Después con su rastrillo repartió el heno en el pesebre. De pronto escuchó un ruido que venía de la casa; su mujer lo llamaba:
- ¡Tito, ¿Dónde estás? ¡Han llegado huéspedes!
En ese momento, dejó caer el heno y tomó el farol pero justo la llama clara de la vela se elevó por última vez para volver a caer en seguida y desaparecer.
- ¡Qué le vamos a hacer! - gruñó Tito en la oscuridad.
Dejó el farol colgado sobre el pesebre y se apresuró a atravesar el patio para volver entrar a la casa.
Al día siguiente, Tito
no pensó más en el farol. Sin embargo, en la noche se acordó que lo había dejado
en el establo, colgado arriba del pesebre. Se fue a buscar una nueva vela y
atravesó el patio.
Allí se dio cuenta que brillaba una luz detrás de la ventana del establo. Sorprendido se frotó la cabeza pues él había visto muy bien como la vela se extinguía la noche anterior. Llamó a su mujer para mostrarle la extraña luz. Los dos juntos fueron al establo para verla más cerca.
- ¡Qué raro, esta luz brilla para nada y para nadie! - murmuró Tito.
Y la mujer añadió:
- ¡Quién sabe porqué esta llama no se extingue. No la molestemos. Esperemos que se consuma por si sola!
Es así como, la víspera de Navidad, cuando María y José, seguidos por el pequeño asno, buscaron albergue para pasar allí la noche, descubrieron el establo suavemente iluminado, que parecía esperarlos…
Y la luz continuó brillando hasta después
del nacimiento del niño para iluminar el mundo alrededor de él.
Sin duda querrán saber
qué luz es esta que brillaba con tanto fervor. ¿Una vela? ¡Por supuesto que no!
Por lo menos no una vela común como las otras. No, yo se lo voy a contar:
aunque no se lo imaginen, una pequeña estrella se había deslizado en el farol.
Destellaba allí con amor, pues quería estar allí para el nacimiento de Jesús.
Si Tito hubiese mirado bien, la habría visto él también.
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