"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
VIERNES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO
Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que os suceda conforme a vuestra
fe”.
Isaías, el profeta del Adviento, continúa
dominando la liturgia para este tiempo tan especial. En la primera lectura de
hoy (Is 29,17-24), el profeta anuncia que “pronto, muy pronto… oirán los sordos
las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los
ciegos”. Ese prodigio, entre otros, se convertirá en el signo de que el Mesías
ha llegado.
En el relato evangélico seguimos con Mateo, que
nos presenta a Jesús abriendo los ojos de dos ciegos (Mt 9,27-31). Así se da el
cumplimiento de la profecía de Isaías, lo que prueba que los tiempos mesiánicos
ya han llegado con la persona de Jesús de Nazaret. Y como en tantos otros
casos, la fe es un factor esencial para que se efectúe el milagro: “Jesús les
dijo: ‘¿Creéis que puedo hacerlo?’ A lo que ellos replicaron: ‘Sí, Señor.’
Entonces les tocó los ojos, diciendo: ‘Que os suceda conforme a vuestra fe.’ Y
se les abrieron los ojos”. A pesar de que Jesús les “ordenó severamente” que no
contaran su curación milagrosa a nadie, ellos, “al salir, hablaron de él por
toda la comarca”.
Los ciegos del relato creyeron en Jesús y
creyeron que Él podía curar su ceguera. Y su fe fue recompensada. Tuvieron un
encuentro personal con Jesús y sintieron su poder. La actitud de ellos de salir
a contar a todos lo sucedido es la reacción natural de todo el que ha tenido un
encuentro personal con Jesús. El que ha tenido esa experiencia siente un gozo,
una alegría, que tiene que compartir con todo el que encuentra en su camino. Es
la verdadera “alegría del cristiano”.
Nuestro problema es que muchas veces nos
conformamos con una imagen estática de Jesús, nuestra relación con Él se limita
a ritos, estampitas, imágenes y crucifijos, y no abrimos nuestros corazones
para dejarle entrar, para tener un encuentro personal, íntimo con Él, para
sentir el calor de su abrazo; ese abrazo misericordioso en el que hayamos
descanso para nuestras almas (Mt 11,29).
En ocasiones miramos a nuestro alrededor y
vemos el caos, la violencia, el desamor que aparenta reinar en nuestro entorno,
y pensamos que las promesas de Isaías no se han cumplido. Eso es señal de que
no hemos tenido ese encuentro personal con Jesús, porque si lo hubiésemos
tenido, estaríamos gritándolo a los siete vientos; y contagiaríamos a otros con
ese gozo indescriptible hasta convertirlo en una verdadera pandemia de amor.
Pero para poder tener esa experiencia de Jesús
no podemos cruzarnos de brazos. Como nos dijera una vez el papa Francisco en
una misa de un primer domingo de Adviento, este “es un tiempo para caminar e ir
al encuentro del Señor, es decir, un tiempo para no estar parado”. Pero lo
mejor de todo es que Jesús nunca deja de sorprendernos. Por eso el Papa añadió:
“Estoy en camino para encontrarlo a Él, en camino para encontrarme, y cuando
nos encontremos veamos que la gran sorpresa es que Él me está buscando, antes
de que yo comenzara a buscarlo”.
Se trata de ese Dios-con-nosotros que viene
constantemente a nuestro encuentro y solo espera que le abramos nuestro corazón
para fundirse con nosotros. Si estás preparado reconocerás su voz y le abrirás
(Cfr. Ap 3,20).
Y el Adviento es tiempo de preparación, tiempo de espera, tiempo de anticipación. ¡Aprovéchalo, y verás cómo Él te sorprenderá!
No hay comentarios:
Publicar un comentario