"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
“Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré”.
Isaías, profeta del Adviento, continúa
prefigurando al Mesías que tanto ansiaba el pueblo de Israel. La lectura que
nos ofrece la liturgia para hoy (40,25-31) forma parte de la introducción al
“Segundo Isaías”, también conocido como el “Libro de la Consolación”, que
comprende los capítulos 40 a 55 del Libro de Isaías. En esos momentos el pueblo
se encuentra desterrado en tierra extraña (Babilonia), y siente que Dios le ha
abandonado: “Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa”.
El profeta dice a su pueblo: “El Señor … da
fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos,
se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas, echan alas corno las águilas, corren sin cansarse,
marchan sin fatigarse”. La clave del mensaje lo encontramos en el último versículo
(31): “…los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las
águilas”.
El profeta ofrece al pueblo un mensaje de
aliento y consuelo durante el destierro, ofreciendo una visión de las
relaciones de Dios con su pueblo, y cómo Dios, aunque a veces parece distante,
no los abandona. Más adelante en la persona de Jesucristo se hacen realidad
esas visiones, especialmente en el Evangelio según san Mateo, dirigido a los
judíos convertidos al cristianismo, cuya tesis principal es probar que en Jesús
se cumplen todas las promesas y profecías del Antiguo Testamento.
Así, en la lectura evangélica de hoy (Mt
11,28-30) Jesús nos invita a acudir a Él, en quien encontraremos el alivio a
nuestro cansancio y el consuelo para las tribulaciones que nos agobian: “Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
“Venid a mí”… Jesús nos está invitando (Él
siempre está llamando a nuestra puerta). Y especialmente en este tiempo de
Adviento esa invitación se hace más intensa. Él quiere que vivamos el Adviento,
que aceptemos su invitación y estemos dispuestos a recibirlo en nuestros
corazones. ¿Cómo respondo yo a esa invitación, a ese llamado? ¿Me dirijo a Él
(a la Navidad) con el corazón preparado para recibirlo? ¿Respondo a su
invitación con la misma alegría, disposición y humildad que lo hicieron los
pastores (Lc 2,15-16)? En el pasaje precedente a este, Jesús había orado
diciendo al Padre: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los
pequeños” (Mt 11,25).
¿Quiénes son los que están “agobiados” con “cargas”?
Generalmente los pobres, los humildes, los “pequeños”, los que no temen acudir
al llamado y tomar el yugo que Jesús les está ofreciendo, para luego descubrir
que el peso se hace más llevadero porque Él lo está compartiendo. Ambos
caminando en la misma dirección. ¿Saben cómo se llama ese yugo? Amor.
En este Adviento, pidamos al Señor nos revista de sentimientos de humildad para aceptar Su invitación a acercarnos y descargar en Él todas nuestras preocupaciones, con la certeza de que Él nos aliviará (1 Pe 5,5-7).
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