"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
“ld a anunciar a Juan lo que habéis visto y
oído”.
“¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que
esperar a otro?” Con esa pregunta dirigida a Jesús envía Juan el Bautista a sus
discípulos en la lectura evangélica que contemplamos en la liturgia para este
miércoles de la tercera semana de Adviento (Lc 7,19-23).
Para entender la pregunta o, más bien, el
porqué de la misma, tenemos que enmarcarla en su contexto histórico y en la
misión profética del propio Juan, quien como todos los judíos de su tiempo,
esperaba un Mesías libertador, uno que los iba a liberar y purificar con fuego:
“Él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego; tomará en su mano el
bieldo, y limpiará su era, guardará después el trigo en su granero, y quemará
la paja con fuego que no se apaga” (Lc 3,16b-17).
A pesar que él mismo había sido testigo de la
teofanía que acompañó al bautismo de Jesús (Lc3, 21-22), todavía estaba latente
en su interior el concepto mesiánico del pueblo judío.
A nosotros a veces nos pasa lo mismo. Nos
preguntamos: ¿Dónde estás Señor? ¿Dónde los signos de tu poder? Nos cegamos
buscando milagros portentosos, y esa ceguera nos impide ver su Misericordia que
se manifiesta día tras día ante nuestros propios ojos.
Jesús, consciente de esa realidad, antes que
contestar la interrogante, se limitó a actuar, a practicar la Misericordia.
Así, “curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos
ciegos les otorgó la vista”.
Entonces dijo a los mensajeros de Juan: “ld a
anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos
andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a
los pobres se les anuncia el Evangelio”.
Con sus gestos, Jesús se inserta en la
tradición judía, haciendo realidad las prefiguraciones del profeta Isaías
(29,18-19; 35,5-6). No hay duda, los tiempos mesiánicos han llegado. Pero se
trata de un Mesías que demuestra su poder, no con signos de grandeza, sino con
gestos de amor, de Misericordia; sirviendo a los demás, especialmente a los
pobres. El que no vino a ser servido sino a servir… (Mt 20,28).
El tiempo de Adviento nos hace revivir la
espera del Mesías; ese que viene a liberarnos de nuestras esclavitudes, de todo
aquello que nos oprime, que nos aleja de Él, comenzando con nuestro egoísmo.
Solo así podremos alegrarnos del bien que otros reciben, producto de la
Misericordia de Dios, aunque nosotros sigamos en espera: “Dichoso
(Bienaventurado) el que no se escandalice de mí”. ¿Una nueva Bienaventuranza?
Estamos en tiempo de Adviento. Y no podemos
olvidar que Dios viene para todos. Él no hace distinción. Así nos lo dice
Isaías en la primera lectura de hoy (45,6b-8.18.21b-25): “Volveos hacia mí para
salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro… “Ante mí se
doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua… “A él vendrán avergonzados los
que se enardecían contra él”. (Cfr. Gn
22,18).
De eso se trata el Adviento; de la llegada del Cristo que cambia los corazones. ¿Estás preparado para recibirlo?
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