"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MIÉRCOLES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO
“Siete panes y unos pocos peces” parecerán poco
para alimentar una muchedumbre, pero en manos del Mesías, ese “poco” se
convierte en “todo” lo necesario para saciar el hambre de aquella multitud.
La primera lectura de la liturgia para hoy (Is
25,6-10a) continúa presentándonos al futuro Mesías y nos habla de un banquete
al que todos serán invitados: “En aquel día preparará el Señor del universo
para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un
festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados”. El mismo
Jesús utilizaría en muchas ocasiones esta figura del banquete para referirse al
Reino.
El profeta añade que en ese tiempo el Señor
“aniquilará la muerte para siempre” y “enjugará las lágrimas de todos los
rostros”. Entonces todo será alegría, pues habrá llegado aquél de quien
esperábamos la salvación, y solo habrá motivo para celebrar y gozar esa
salvación. De nuevo, esta lectura nos crea gran expectativa ante la inminente
llegada de los nuevos tiempos que el Mesías vendrá a inaugurar con su presencia
entre nosotros. Tiempos de gozo y abundancia.
Del mismo modo, la lectura evangélica (Mt 15,29-37)
nos muestra cómo en la persona de Jesús se cumple esa profecía. A Él acuden
todos los que sufren alguna dolencia: tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y
muchos otros; y “los echaban a sus pies, y él los curaba”. La lectura nos dice
que la gente se admiraba. Pero no tanto por las curaciones milagrosas, sino
porque esos portentos eran el signo más patente de la llegada del Mesías. Así,
la llegada del Mesías en se convierte en una fiesta para todos los que sufren (Cfr. Mt 11.28), quienes ven retroceder el mal, el
sufrimiento y las lágrimas, para dar paso a la felicidad. Cuando Dios pasa,
derrama sobre todos su Santo Espíritu que se manifiesta como una estela de
alegría que deja tras de si.
¡El Mesías ha llegado! Y con Él la plenitud de
los tiempos. No hay duda. Con Él ha llegado también la abundancia. “Siete panes
y unos pocos peces” parecerán poco para alimentar una muchedumbre, que en la
versión de Marcos se nos dice eran “unas cuatro mil personas” (Mc 8,9). Pero en
manos del Mesías, ese “poco” se convierte en “todo” lo necesario para saciar el
hambre de aquella multitud.
No obstante, si miramos a nuestro alrededor,
nos percatamos que aún quedan por cumplirse muchas de las profecías del Antiguo
Testamento, especialmente aquellas que tienen que ver con la paz y la justicia.
El Reino está aquí, pero todavía está “en construcción”. Hace unos días
hablábamos del sentido escatológico del Adviento, de esa espera de la segunda
venida de Jesús que va a marcar la culminación de los tiempos, cuando se
establecerá definitivamente el Reinado de Dios por toda la eternidad. En ese
sentido, el Adviento adquiere también para nosotros un significado parecido al
que le daban los primeros cristianos.
Hoy vemos cuántos hermanos padecen de hambre,
como aquella muchedumbre que seguía a Jesús. Y la solución del hambre se
encontró en el reparto fraterno, en el amor que nos lleva a estar atentos a las
necesidades de los demás. En ninguno de los evangelios se menciona quién tenía
los panes y los peces que fueron entregados a Jesús. Alguien anónimo, que con
su generosidad propició el milagro.
En este tiempo de Adviento, compartamos nuestro
“pan”, material y espiritual, para que todos conozcan la abundancia del Amor de
Jesús, y anhelen su venida. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20).
No hay comentarios:
Publicar un comentario