"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
“El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá,
germinará y florecerá como flor de narciso”.
El profeta Isaías continúa ocupando la primera
lectura de la liturgia de Adviento. La de hoy (Is 35, 1-10), escrita durante el
exilio en Babilona, le brinda consuelo y esperanza al pueblo que hace años
sufre el cautiverio, y anuncia su regreso al Paraíso, la venida del Salvador
esperado que transformará el desierto en Paraíso. El pasaje que contemplamos
hoy sirve de preludio al “Libro de la Consolación” o “segundo Isaías”, que
comprende los capítulos 40 al 55 de la profecía. De nuevo, Isaías nos presenta
unos signos concretos que han de acompañar esos tiempos: “Se despegarán los
ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes
en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial”. La lectura
anuncia la abolición inminente de todas las maldiciones producto del pecado de
Adán (Gn 3,16.18.19). Así la esperanza del regreso del pueblo cautivo en
Babilonia se transforma a su vez en símbolo de la felicidad de los últimos
tiempos.
En el Evangelio de hoy (Lc 5,17-26) vemos a
Jesús que encarna la profecía. Se trata de la versión de Lucas de la curación
del paralítico cuyos amigos, ante la imposibilidad de acercar su amigo
paralítico a Jesús para que lo curara, logran trepar la camilla, abren un
boquete en el techo, y lo descuelgan frente a Jesús. Nos dice la Escritura que
Jesús, “viendo la fe que tenían” los amigos, dijo al paralítico: “Hombre, tus
pecados están perdonados”. Ante la incredulidad y el escándalo causado por sus
palabras en los fariseos y maestros de la ley que estaban presentes, Jesús les
replicó: “¿Qué es más fácil: decir ‘tus pecados quedan perdonados’, o decir
‘levántate y anda’? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en
la tierra para perdonar pecados… –dijo al paralítico–: A ti te lo digo, ponte
en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”. ¿Qué mayor prueba de la llegada de
los tiempos mesiánicos? ¿Qué mayor prueba de que Jesús es el Mesías en quien se
cumplen las promesas del Antiguo Testamento? La lectura termina con los
presentes diciendo: “Hoy hemos visto cosas admirables”.
Ayer decíamos que la palabra clave para esta
segunda semana de Adviento es “conversión”. El Evangelio del domingo nos
hablaba de “allanar” caminos. “elevar” los valles, “bajar” los montes y
colinas, para preparar el “camino del Señor” que llega. Cuando se trata del
tiempo de preparación para recibir a Jesús en nuestros corazones (la
perspectiva de “hoy” del Adviento), esos valles, colinas y pedregales, son
nuestras tibiezas, nuestra indolencia, nuestros pecados, que impiden al Señor
entrar en nuestros corazones; todo aquello que nos convierte en “paralíticos
espirituales”, y obstaculiza la conversión a que somos llamados durante este
tiempo de Adviento por voz de Juan el Bautista.
La pregunta obligada es: ¿Con cuál de los personajes nos identificamos? ¿Sufrimos de “parálisis espiritual” que nos impide recibir a Jesús en nuestros corazones, o somos de los amigos que ponen su confianza Jesús y ayudan al paralítico? Hagamos examen de conciencia…
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