"Ventana abierta"
Primera semana de Adviento
La Canción del Viento
María, casi nunca había
salido de Nazaret, y le costaba viajar a tierra extranjera. Hasta este día
nunca había tenido que mendigar para encontrar un techo, y jamás había dormido
al borde del camino. Los días se le hacían muy penosos. El sol brillaba sobre
el mundo mientras que maría y José se apuraban por llegar a Belén. Pero en la
noche María extrañaba.
Acostada en la
oscuridad María pensaba en Nazaret: en su casita, en los rosales del jardín, en
el aroma del jazmín bajo la ventana, en el murmullo del viento que jugaba entre
el follaje de los árboles y en los arbustos desde bailaba entre las espigas.
¡El viento era un gran
y viejo amigo! Por las mañana antes de que María se levantase entraba por la
ventana abierta. Murmuraba dulcemente o soplaba enojado y María no tenía
necesidad de mirar el cielo, pues sabría qué tiempo habría según el
olor o la humedad que traía. Pero aquí, en un país extranjero el viento parecía
diferente, un viento que María no conocía y entonces se sentía más sola
todavía.
Pero, ¿no es cierto que
el viento sopla donde quiere?
Pues aunque parezca
imposible, el mismo viento que rodeaba a María sentía su tristeza; ¿Cómo
reconfortarla? Retuvo su soplo y reflexionó largo tiempo.
Normalmente tendría que
soplar todo lo que pudiera y entrar en todos los rincones por todas las fisuras.
Sin embargo le parecía que María se sentía tan sola lejos de su país natal…
De repente, entonó otra
canción. Cantó a la primavera de Nazaret, al grano que germina, a las corolas
que se abren, a la gloria de las flores, al murmullo de las abejas. Y ese canto
tan dulce, tan pleno de amor reconfortó el corazón de maría y se durmió feliz.
¡Que buen viento!
No puede dejar de ocuparse de María, la dulce madre de Jesús.
No hay que extrañarse que cuando se acerca el tiempo de navidad, el viento entona cánticos primaverales. Canta para maría, para que no se sienta tan sola y abandonada sobre tierra extranjera.
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