"Ventana abierta"
El regalo de amor
Club
perlita
Sal, Pimienta y Samuel andaban por el
vecindario abrazando árboles. ¿Qué? ¿Por qué abrazaban árboles? Desde que
habían investigado acerca de árboles, y aprendieron que algunos llegan a tener
más de cinco mil años, se divertían adivinando la edad de los árboles en el
vecindario. Entre los tres formaban una ronda alrededor de un árbol, y a veces
llamaban a otros niños para formar esa ronda.
– Yo soy un árbol de amor –decía Pimienta–.
Tengo raíces profundas.
Doña Beatriz les había enseñado que para ser
fuertes como los árboles que crecen por miles de años, necesitaban raíces
profundas.
– Raíces profundas, fundamento firme –cantaba
Sal, con una melodía alegre–. Las enseñanzas de Jesús me dan esas raíces.
– Raíces profundas, árbol de amor –cantaba
Pimienta.
Samuel, el niño huérfano que había venido a
vivir con sus tíos después de la muerte de sus padres, cantaba con Sal y
Pimienta. Cuando doña Beatriz los miraba desde su ventana, se alegraba porque
estaban aprendiendo lo que les enseñaba.
Regalo de amor
El AMOR es una de las virtudes en el árbol del
amor. Cuando los niños llegaron a la reunión del Club había muchos regalos al
pie del árbol que doña Beatriz había fijado en la pared.
Regalos. ¿Para quién eran los regalos? Para
todos, y para una actividad de adivinanza.
– Abran los regalos –dijo la buena vecina.
En cada regalo había un corazón con una letra.
El propósito era que formaran palabras con esas letras.
También había chocolates y caramelos. ¡Qué
rico, verdad?
Fue divertido, como un rompecabezas. Pepita, Sal y otros dos niños formaron la palabra amor. Samuel y Estrella formaron de. Doña Beatriz tuvo que ayudar a los demás a formar la otra palabra, que era regalo. «Regalo de amor» leyeron los niños.
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