"Ventana abierta"
El árbol de Navidad
Misioneros digitales
Alrededor del año 723
San Bonifacio viajó con un pequeño grupo de personas en la región de la Baja
Sajonia. El conocía a una comunidad de paganos cerca de Geismar que, en medio
del invierno, iban a realizar un sacrificio humano (donde usualmente la víctima
era un niño) a Thor, el dios del trueno, en la base de un roble al que
consideraban sagrado y que era conocido como “El Roble del Trueno”.
Bonifacio, quiso destruirlo no sólo para salvar a la víctima sino para mostrar a los paganos que él no sería derribado por un rayo lanzado por Thor.
Llegaron a la aldea
en la víspera de Navidad justo a tiempo para interrumpir el sacrificio. Con su
báculo en la mano, Bonifacio se acercó a los paganos y les dijo: “aquí está el
Roble del Trueno, y aquí la cruz de Cristo que romperá el martillo del dios
falso, Thor».
El verdugo levantó un martillo para ejecutar al pequeño niño,
el Obispo extendió su báculo para bloquear el golpe y milagrosamente rompió el
gran martillo de piedra y salvó la vida del niño.
Después, se dice que Bonifacio habló así al pueblo:“¡escuchen
hijos del bosque! La sangre no fluirá esta noche, salvo la que la piedad ha
dibujado del pecho de una madre. Porque esta es la noche en que nació Cristo,
el hijo del Altísimo, el Salvador de la humanidad. Él es más justo que Baldur
el Hermoso, más grande que Odín el Sabio, más gentil que Freya el Bueno. Desde
su venida el sacrificio ha terminado. La oscuridad, Thor, a quien han llamado
en vano, es la muerte. En lo profundo de las sombras de Niffelheim él se ha
perdido para siempre. Así es que ahora en esta noche ustedes empezarán a vivir.
Este árbol sangriento ya nunca más oscurecerá su tierra. En el nombre de Dios,
voy a destruirlo”.
Entonces, Bonifacio cogió un hacha que estaba cerca de ahí, y
según la tradición, cuando la blandió poderosamente hacia el roble una gran
ráfaga de viento voló el bosque y derribó el árbol con raíces y todo. El árbol
cayó al suelo y se rompió en cuatro pedazos.
El “Apóstol de Alemania” siguió predicando al pueblo germánico que estaba asombrado y no podía creer que el asesino del Roble de Thor no haya sido golpeado por su dios.
Bonifacio miró más allá donde yacía el
roble y señaló a un pequeño abeto y dijo: “Este pequeño árbol, este pequeño
hijo del bosque, será su árbol santo esta noche. Esta es la madera de la paz…
Es el signo de una vida sin fin, porque sus hojas son siempre verdes. Miren
como las puntas están dirigidas hacia el cielo. Hay que llamarlo el árbol del
Niño Jesús; reúnanse en torno a él, no en el bosque salvaje, sino en sus
hogares; allí habrá refugio y no habrán actos sangrientos, sino regalos
amorosos y ritos de bondad”.
Así, los alemanes empezaron una nueva tradición esa noche,
que se ha extendido hasta nuestros días. Al traer un abeto a sus hogares,
decorándolo con velas y ornamentos y al celebrar el nacimiento del Salvador, el
Apóstol de Alemania y su rebaño nos dieron lo que hoy conocemos como el árbol
de Navidad. (Fuente Church Pop)
Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se colocaron las
esferas y los focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al
mundo.
Las esferas actualmente simbolizan las oraciones que hacemos
durante el periodo de Adviento. Las esferas azules son oraciones de
arrepentimiento, las plateadas de agradecimiento, las doradas de alabanza y las
rojas de petición.
Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que
representa la fe que debe guiar nuestras vidas.
También se suelen poner adornos de diversas figuras en el
árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los
«regalos» que le daremos a Jesús en la Navidad.
Para aprovechar la tradición: Adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el adviento, explicando a los niños el simbolismo. Los niños elaborarán sus propias esferas (24 a 28 dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un propósito en cada una, y conforme pasen los días las irán colgando en el árbol de Navidad hasta el día del nacimiento de Jesús.
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