"ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
PARÁBOLA DEL AMIGO QUE PIDE A MEDIA NOCHE
5 Les dijo también: « Si uno de vosotros
tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame
tres panes,
6 porque ha llegado de
viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle",
7 y aquél, desde dentro, le
responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo
estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos",
8 os aseguro, que si no se
levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad,
y le dará cuanto necesite. »
9 Yo os digo: « Pedid y se
os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
10 Porque todo el que pide,
recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre hay entre
vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra;
12 o, si pide un huevo, le
da un escorpión?
13 Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre
del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! » (Lc.
11, 5-13)
Trata aquí Jesús de otra parábola cuyo trasfondo es la
oración, que quiere Dios que sea continua, pues el hombre está siempre
necesitado; perseverante, sin cansarnos en la suplica, pues no pedimos como un
hijo pide a su padre terreno, sino que nuestra necesidad se la ponemos delante
a nuestro Padre-Dios que nos ha creado por Amor y quiere darnos todo lo que le
pedimos y aquello que ni siquiera sabemos, que muchas veces nos es vital, no
sólo para esta vida terrena, sino para nuestra salvación eterna. Por esto, nos
pide Dios que, sobre todo, sea confiada en Él, que lo puede todo y lo tiene
todo…
La parábola nos habla de dos amigos. Y entre amigos todo
se comparte y nada se reserva, porque la amistad requiere reciprocidad… Así,
Jesús, en el colmo de su entrega total a los discípulos, les dice: “ya no os
llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi
Padre os lo he dado a conocer”… ¡“Todo” nos lo ha dado: su Cuerpo, su Sangre,
su Vida, su creación, su Resurrección, con la vida eterna!… ¡Y en el ápice de
su donación nos dio a su Madre, su gran tesoro!…
¡Pues si Jesús no se ha reservado “nada”, quiere que
hagamos nosotros igual: “vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os
mando”!. Y sólo tiene un mandamiento: el Amor… Por eso nos llama a la puerta de
nuestro corazón “durante la medianoche”, es decir, interrumpiendo “nuestro
descanso y sueño y bienestar” y nos dice: “préstame tres panes para uno de mis amigos”.
Y es que “los amigos de mis amigos, son siempre también mis amigos”. Y por amor
a la amistad o “por su importunidad”, yo le doy lo que me pide…
¡Estos son, en la parábola, los amigos de la tierra,
pero Dios es “el Gran Amigo”, todo escucha y entrega para sus hijos, sus
“pequeños amigos”!. Y así nos dice: “pedid, buscad, llamad a la puerta de mi
Corazón, porque siempre está abierta para daros mi Amor, que es el Espíritu
Santo”… ¡Que es el Don de los dones!, que ¡estoy deseando que os habite y poseáis
en mi Nombre!… “Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero este
Espíritu de Amor intercede por nosotros con gemidos inefables”… Y así, con la
Voz y la Palabra de su Espíritu, entraremos en ese manantial fecundo de la
voluntad de Dios… Pues esta vida es para conocer y amar a Jesucristo, el Hijo
Eterno del Padre, que después de estos “breves días” de amar y gemir y pedir y
buscar “lo único necesario”, nos hará entrar en el gozo del Señor, que es el
Cielo… Y este Cielo comienza ya en la tierra por la suplica constante a Jesús,
que es quien nos ha enseñado a orar…
Por tanto, no nos cansemos en la plegaria. ¡Es nuestra
mejor y mayor tarea!… Que los ángeles no tienen porque gozan de Dios
eternamente… ¡Pero, que si fuera posible que los ángeles quisieran algo de los
hombres, sería esta “obra” de orar sin interrupción!…
¡Que el Señor escuché nuestras pobres y humildes oraciones, pero que sabemos, que con Jesús, son poderosísimas!…
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