"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MARTES DE LA VIGÉSIMA OCTAVA SEMANA DEL T.O. (2)
“Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis
limpio todo”.
Continuamos en la liturgia el capítulo 11 de
Lucas, y la lectura de hoy (Lc 11,37-41) nos presenta una vez más a Jesús
criticando el ritualismo religioso de los fariseos, que enfatizaban el
cumplimiento estricto con las prescripciones relativas a la purificación. De
esa manera la pureza ritual se había convertido en lo verdaderamente
importante, relegando a un segundo plano la pureza de corazón, que es la que
verdaderamente agrada a Dios. La escena es típica: Un fariseo invita a Jesús a
comer en su casa (hay toda una parte de la cristología que se dedica a “las
comidas de Jesús”), este se sienta a la mesa y comienza a comer sin cumplir con
las abluciones rituales. Y Jesús lo hace con toda intención.
Aunque el pasaje no expresa claramente si el
fariseo dijo algo, es obvio que al menos tiene que haber hecho un gesto de
disgusto ante esa falta de “buenos modales” de Jesús. Jesús aprovecha la
coyuntura para “catequizar”: “Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la
copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El
que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de
dentro, y lo tendréis limpio todo”.
La pregunta subyacente en las palabras de Jesús
es: ¿Quién es puro delante de Dios, el que cumple estrictamente con las
purificaciones rituales, o el que es puro de corazón? La contestación nos
remite a Mt 15, 1-11, cuando los fariseos se acercaron a Jesús a “regañarle”
porque sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer, a lo que Jesús,
luego de hablar de la hipocresía del ritualismo vacío, termina diciendo a la
gente que le escuchaba: “Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo
hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su
boca”.
“¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo
también lo de dentro?”. Nos está diciendo que el que hizo lo que captamos con
los sentidos, es también el autor del “corazón”, de la conciencia humana, y que
debemos prestar más atención a la pureza interior, a las cosas de esa realidad
más profunda, lo más íntimo de nuestro ser, en donde solo Él y nosotros podemos
ver.
“Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis
limpio todo”. Jesús nos está señalando una vez más la supremacía del amor, ese
amor que nos lleva a practicar la verdadera “limosna”, palabra cuyo
significado, igual al de “caridad”, hemos tergiversado. La palabra limosna
viene de la palabra griega eleemosýne, que significa “compasión”, sentimiento que Jesús manifiesta en múltiples
ocasiones.
Se trata de algo más que un mero sentimiento de
“pena” por el abatido, por el desvalido; es hacerse uno con
el que sufre; es el dolor que
produce el sufrimiento de un ser amado, que nos lleva a derramar sobre ese
hermano el amor de Dios que hemos recibido, como lo hacía Santa Madre Teresa de
Calcuta; la compasión que llevó a Dios a diseñar un plan para redimirnos
después de la caída (Cfr.
Gn 3,15).
Esa es la “pureza” que agrada a Dios, y la que debemos pedir en nuestra oración.
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