"Ventana abierta"
San Martín de Porres
3 noviembre siglo XVII
Nació Martín el 8 de diciembre de 1579, hijo de un importante hidalgo y de una mulata, en Lima (Perú). Martín comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle.
Por su barbería pasaron igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores. Pero lo que hace ejemplar a su vida no es solo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María.
Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado para pasar luego a hermano. De todas las virtudes que poseía Martín de Porres sobresalía la humildad, siempre puso a los demás por delante de sus propias necesidades.
En una ocasión el convento tuvo serios apuros económicos y el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos, ante esto, Martín de Porres se ofreció a ser vendido como esclavo para remediar la crisis. Murió tal día como hoy en 1639.
Martín (Masculino) Nombre
Guerrero, de origen Latín. Significado
9 de diciembre de 1579 en Lima, en el actual Perú – Nació
3 de noviembre de 1639 en Lima, en el actual Perú – Falleció
Canonizado el 1962 por Juan XXIII
3 noviembre – Celebración
De la Orden de Predicadores – Religioso
Santo peruano dominico. Fue el primer Santo mulato de América y es el Patrón Universal de la Paz. San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de color, que, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina, que después, ya religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres, y entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia áspera y humilde, pero irradiante de caridad.
San Martín de Porres
Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito
de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima.
Tuvo don
Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato
y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la
parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.
La madre lo educó como pudo, más bien con
estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo
como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a
Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso
maestro particular.
Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo
nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido
oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes,
extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de
yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era
preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín
supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español.
De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los
pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados,
irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.
Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo
la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio
heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa
María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en
arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y
reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al
Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.
Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por
considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo,
durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la
natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción
permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la
asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.
Por el ejercicio de su trabajo y por su
sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento
dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima
escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de
tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no
le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien
dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de
tablas y jergón como cama.
Llenó de pobres el convento, la casa de su
hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios
conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces
de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar
la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.
Revolvió la tranquila y ordenada vida de los
buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre
enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los
conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su
pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad,
porque "la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen
clausura".
Pero entendió que no era prudente dejar las
cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come
el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer
algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder
atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los
indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don
Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos
de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.
No se sabe cómo, pero varias veces estuvo
curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una
bilocación sobrenatural.
El contemplativo Porres recibía disciplinas
hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos
pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos
abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron
reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no
puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden
cósmico.
Murió el día previsto para su muerte que había
conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una
simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos
ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega
-arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y
con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de
cambiarse varias veces.
El santo de la escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII el
6 de Mayo de 1962 con las siguientes palabras del Santo Padre:
"Martín excusaba las faltas de otro.
Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos
por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las
propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y
medicinas a los pobres, ayudó a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces
como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’."
Sus restos descansan en la Capilla de Santa
Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.
Fuente:
http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/santoral/santora
Oración a San Martín de Porres
Señor Nuestro Jesucristo, que dijiste "pedid y
recibiréis", humildemente te suplicamos que, por la intercesión de San
Martín de Porres, escuches nuestros ruegos.
Renueva, te suplicamos, los milagros que por su intercesión durante su vida realizaste, y concédenos la gracia que te pedimos si es para bien de nuestra alma. Así sea.
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