"Ventana abierta"
San Andrés
Padre Leonardo Molina García
Evangelio de la Misa de hoy, festividad de san Andrés (Mateo, 4, 18-22)
Extraño (o…no tanto)
Me sorprende y no me sorprende.
Al leer el evangelio de hoy, escribe el evangelista, que Jesús vio, paseando por la playa, a una pareja de hermanos trabajando en su oficio, la pesca, y que les sorprendió invitándoles a que le siguieran. Ya se habían conocido un tiempo, no sabemos cuánto, cerca del Mar Muerto, cuando ellos eran discípulos de Juan (el Bautista) (Juan1, 35-42). Ya vueltos a las faenas propias de la vida, volvieron a Galilea. Jesús también. Se ganaban la vida en la pesca, pero este Jesús les invitaba a otra faena: “os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, dejaron las redes y a su oficio y le siguieron (v.20).
Eso no es normal, la verdad. Si acudo a un milagro y paro en seco mi reflexión, me quedo tan tranquilo y…hasta otra cosa, mariposa.
Pero es que aquí hay tela marinera. Reflexiono, me detengo, y contemplo.
Jesús fue por toda Galilea predicando el Reino de Dios (Mateo 4, 17). Quería otra sociedad mucho mejor que la encontrada. Y en un pueblo tan creyente como el judío aquellas palabras les sonaban a muchas invitaciones que había tenido en las sinagoga cada sábado, cuando leían la Ley y los Profetas y los escribas la comentaban.
Graves problemas: los romanos los dominaban, les quitaban sus leyes, sus costumbres, sus derechos fundamentales. Para un pueblo que había sobrevivido muchos años entre dos grandes potencias, Egipto y Mesopotamia, la ocupación romana era cuanto menos humillante. Pero es que, además, habían traído el paganismo, que se había infiltrado entre las clases ricas. La misma religión, universalmente aceptada como bastión del nacionalismo, se hallaba corrompida…
Su tradición anunciaba un Mesías salvador. A unos les interesaba que viniera, otros lo temían, otros se habían acostumbrado…
En la lejana Galilea veían con más sentido crítico los problemas que en la señorial Jerusalén. Y era campo apropiado para la lucha, al menos espiritual. Juan les suscitó una esperanza, pero el bautista, afirmaba que no era él, sino otro que vendría con “espíritu y fuego” (Juan 1,27 y paralelos).
En este momento de ansia de regeneración, aparecen estos dos muchachos. Y había más. Primos, amigos, muy conocidos…casi todos ellos, que sepamos, galileos. ¿Por intereses ocultos? ¿Por nacionalismo? ¿Por un deseo de purificación interior? ¿Por una religión más pura, sencilla, humilde? ¿Por un interés de alabanza a Yahvé sincero?
Tal vez todo mezclado. En el hombre se nos dan esos barullos.
Y aparece Jesús. Programa ilusionante: crear un mundo de paz, de amor, de intachables, éticos e incorruptibles, por una sociedad de hombres y mujeres libres, por un mundo de verdad y no de hipócritas y aprovechones… Sociedad utópica, ideal. Y encima, su figura era coherente, tiene poderes especiales, demuestra autoridad…huele a Dios…
Y nos (sí, a nosotros también) invita. ¿Quién no alucina y no le sigue?
Es una invitación hermosa, apasionante, al alcance de cada uno de nosotros.
Por eso, afirmo que no me sorprende. Es más, que me invita.
Padre Leonardo Molina S.J.
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