"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL PRIMER DOMINGO DE
ADVIENTO (C)
Esta semana encenderemos la primera vela de la
corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia.
Hoy comienza un nuevo año litúrgico. Las
lecturas para el primer domingo de Adviento siempre nos remiten a la espera de
segunda venida del Señor, la parusía. Por eso las lecturas nos exhortan a estar vigilantes.
De ahí que la palabra clave para este primer
domingo de Adviento es VIGILANCIA. Por eso, tanto las lecturas como la
predicación son una invitación que se resume en las palabras con las que
concluye el Evangelio para hoy (Lc 21,25-28.34-36) en las cuales Jesús,
utilizando lenguaje tomado de la profecía de Daniel (7,13-14), advierte a sus
discípulos: “Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran
poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se
acerca vuestra liberación”. Esta semana encenderemos la primera vela de la
corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia.
En este pasaje Jesús utiliza imágenes de los
cataclismos que el pueblo judío asociaba con el final de los tiempos,
conmociones cósmicas que se relacionan con la manifestación del poder de Dios (Cfr. Is 13,10; 34,4 etc.): “Habrá signos en el sol
y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas
por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el
miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros
temblarán”.
En la segunda lectura, tomada de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,12–4,2), el apóstol nos
recuerda que tenemos que mantenernos vigilantes y firmes hasta esa segunda
venida, y nos instruye a mantenernos “santos e irreprensibles” para enfrentar
el juicio que ha de venir: “[p]ara que, cuando Jesús nuestro Señor vuelva
acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios
nuestro padre. Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y
exhortamos: habéis aprendido de nosotros como proceder para agradar a Dios:
pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos
en nombre del Señor Jesús”.
Siempre que pensamos en esa “segunda venida” de
Jesús, vienen a nuestras mentes esas imágenes apocalípticas del fin de mundo,
del “final de los tiempos”. Pero lo cierto es que ese encuentro definitivo con
Jesús y el Padre puede ser en cualquier momento para cada uno de nosotros; al
final de nuestra vida terrena, cuando enfrentemos nuestro juicio particular.
El Señor ha dado a cada uno de nosotros unos
dones, unos carismas, y nos ha encomendado una tarea. Si el Señor llegara
“inesperadamente” esta noche en mi sueño (¡cuántos no despertarán mañana!),
¿qué cuentas le voy a dar sobre la “tarea” que me encomendó? De ahí la
exhortación a estar vigilantes y con nuestra “tarea” al día teniendo presente
que, si la encontramos difícil, tan solo tenemos que recordar las palabras de
Isaías: “Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero:
somos todos obra de tu mano”.
Estamos comenzando el Adviento. Tiempo de
anticipación, de conversión, de vigilante espera para el nacimiento del Niño
Dios en nuestros corazones. Anda, reconcíliate con Él y con tus hermanos, ¡no
vaya a ser que llegue y te encuentre dormido! (Cfr. Mc 13,36).
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