"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Si vuestros pecados fueren como la grana, como
la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana.
Isaías 1: 18
¿Demasiado culpable?
A petición de un amigo, visité a un enfermo que
se oponía mucho al Evangelio. Yo no lo conocía. Nuestra conversación solo me
dejó la posibilidad de evocar a su padre, un fiel cristiano que había conocido
hacía muchos años.
Algunos meses más tarde su médico me dijo que
el enfermo se había agravado y por ello debía ser hospitalizado. Me animó a ir
a verlo lo antes posible, pues podría morir en breve. Fui rápidamente a
visitarlo. El Señor le había hablado. Tomó conciencia de que había ofendido
gravemente a Dios durante toda su vida de rebelión contra él. ¡Necesitaba su
perdón! Pero pensaba que había hecho mucho daño y que era demasiado culpable;
por ello decía: “¡El Señor no puede perdonarme!”.
Leímos juntos la escena del evangelio de Lucas
en la que uno de los malhechores, crucificado al lado de Jesús, y quien poco
antes lo había insultado (Mateo 27: 44), se dirigió a él y le dijo:
“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23: 42).
Me detuve y le pregunté: ¿Qué respondió Jesús a
ese malhechor? ¿Acaso le dijo: Hiciste o dijiste demasiadas cosas malas? No,
escucha esta maravillosa respuesta: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas
23: 43). Jesús está vivo, te habla ahora. ¡Esta respuesta también es para ti!
Inmediatamente la paz de Dios llenó el corazón del enfermo. Sus angustias
dieron lugar a una gran calma. Al día siguiente estaba con Jesús.
“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por
un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan
de arrepentimiento” (Lucas 15: 7).
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