"Ventana abierta"
Pascua enfermo
Leonardo Molina García
Día del enfermo. Hoy
Tengo tantos amigos míos médicos, enfermeros y
enfermeras a quienes admiro y agradezco, que no sé cómo hacerlo suficientemente
por sus favores y su competencia. Y no digamos por su amistad.
Tanta lata, y tantos favores no pueden pasar de largo en nuestra vida.
Tengo tantos enfermos, personas mayores a quien
atender, oír y animar…esos ojos, esa expectación, esa esperanza, fe y
resignación han sido maravillosas en mi vida.
Hay otros investigadores, callados, anónimos,
que desde sus laboratorios han inventado, curado, mejorado o paliado
sufrimientos
Tantas manos, palabras, paciencias y dulzuras
caídas sobre personas débiles, derrotadas o desanimadas…
Y yo mismo como beneficiario y…persona mayor,
(es un decir suavemente) también os necesito y os quiero
Tantos sentimientos acumulados, que hoy
precisamente os voy a dedicar mis oraciones. Y conmigo lo hace la fe cristiana,
imitando los ojos, la boca, la saliva, las manos de Jesús.
Gracias, hacéis mucho más de lo que pensáis.
Sois una bendición sobre la humanidad. No os canséis, seguid, seguid, seguid.
Sois instrumentos de Dios en las debilidades más humanas.
Por eso, os mando este documento que lo dice
mejor que yo…Pero yo pongo el afecto y vuestra imagen concreta y tanto de los
sanitarios como de los cuidadores. Os debemos mucho. Vemos mucho detrás de
vuestras acciones. Gracias.
Os mando el documento de la Conferencia
episcopal. Es interesante.
MENSAJE DE LOS OBISPOS. ACCIÓN CARITATIVA Y SOCIAL
Pascua del Enfermo, 22 de mayo de 2022 ACOMPAÑAR EN EL SUFRIMIENTO
"Sed misericordiosos como vuestro
Padre es misericordioso" (Lc
6,36)
El 11 de febrero pasado celebramos la
trigésima Jornada Mundial del Enfermo, instituida por San Juan Pablo II en 1992
con la finalidad de sensibilizar a la Iglesia y a toda la sociedad de la
necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos y a cuantos
los cuidan, así como procurar que cuantos viven y trabajan junto a los que
sufren, comprendan mejor la importancia de la asistencia religiosa a los
enfermos. La Jornada Mundial de este año se desarrolla bajo el lema:sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36). Con esta
Jornada, las Iglesias que peregrinamos en España iniciamos la Campaña del
enfermo que culmina el 22 de mayo, VI Domingo de Pascua. Durante este tiempo,
centraremos nuestra atención en la necesidad y urgencia de "acompañar en
el sufrimiento".
En el Mensaje que el Santo Padre, el Papa
Francisco, nos dirige con este motivo (10.XII.2021), nos recuerda que Dios
"nos cuida con la fuerza de un padre y la ternura de una madre" y que
"el testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su
Hijo unigénito". Ciertamente, los Evangelios nos narran los continuos
encuentros de Jesús con las personas enfermas para acompañar su dolor, darle
sentido, curarlo. Como discípulos suyos, estamos llamados a hacer lo mismo.
Aunque la ciencia médica, apoyada por los
grandes avances técnicos, ha permitido erradicar multitud de enfermedades, la
experiencia vivida durante estos dos últimos años con la pandemia de la
Covid-19 nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad y, sobre todo, nos ha hecho
percibir la necesidad de acompañar a los que sufren cualquier tipo de
enfermedad, ya sea de las más habituales, ya de otras menos
"visualizadas" que provocan un sufrimiento grande como las
enfermedades mentales, las neurodegenerativas (ELA, Alzheimer...) o las
denominadas "enfermedades raras", para las que se destinan menos
recursos humanos y materiales.
Como nos recuerda también el Papa
Francisco, el sufrimiento de nuestros hermanos se convierte en una urgente
llamada a ser "testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las
heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza,
siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre". Ciertamente,
"cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el
sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el
miedo crece, los interrogantes se multiplican". El Señor, a través de su
grito, reclama nuestro acompañamiento.
El enfermo es siempre el centro de nuestra caridad pastoral. No podemos dejar de escuchar al paciente, su historia, sus angustias y sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir nuestra cercanía. Lo que el Papa recuerda a los agentes sanitarios cuando explica cómo "sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre" es válido para todos los que cuidan a los enfermos. "La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Job 2,13)" (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de 2015).
El mayor dolor es el sufrimiento moral
ante la falta de esperanza. En consecuencia, hemos de ser muy conscientes de
nuestra misión: "siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a
todo el que os la pida" (1 Pe 3, 15). Se hace necesario estar preparados
para aportar esperanza; pero no una esperanza cualquiera, sino -como recuerda
Benedicto XVI- una esperanza "fiable, gracias a la cual podemos afrontar
nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir
y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si
esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino" (Spe
Salvi, 1).
Esta falta de esperanza nace con frecuencia
en terrenos donde no se ha sembrado la fe. Como nos recuerda el Papa Francisco,
"si la peor discriminación que padecen los pobres -y los enfermos son
pobres de salud- es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de
ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los
sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la
fe" (Evangelii gaudium, 200).
Para concluir, junto con al Santo Padre,
deseamos "reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias
católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su
presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos
más pobres y a las situaciones más olvidadas... Aún hoy en día, incluso en los
países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden
ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también
aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar
central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a
la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas
estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la
protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su
concepción hasta su término natural".
Encomendamos a los enfermos, a sus
familiares y acompañantes a la intercesión de María, Salud de los enfermos. De
este modo, abrazados a la cruz de Jesucristo, encontrarán sentido, consuelo y
esperanza.
Obispos de la Subcomisión de Acción Caritativa y Social
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