"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES
DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA
La primera lectura de hoy (Hc 18,9-18) es
continuación de la de ayer, y nos presenta a Pablo en plena evangelización de
la ciudad de Corinto. Mientras estuvo allí vivió en casa de Priscila y Aquila,
lugar donde con toda seguridad se reunían los cristianos para la oración, la
enseñanza de la doctrina de los apóstoles, y la fracción del pan (Cfr. Hc 2,42).
El relato que contemplamos hoy comienza con
Jesús presentándose en una visión a Pablo y diciéndole: “No temas. Sigue
predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para
dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado”.
Eso fue suficiente para que Pablo se quedara en Corinto durante año y medio,
como habíamos adelantado en nuestra reflexión de ayer, y fundara una comunidad
de creyentes en medio del ambiente pagano y libertino de aquella ciudad.
Hay algo que llama la atención sobre Pablo y su
misión. Desde aquél primer encuentro de Pablo con la persona de Jesús en el
camino a Damasco, Jesús está siempre presente en su vida; en todo momento y en
todo lugar. Al leer las cartas de Pablo podemos ver cómo lo menciona
continuamente (al menos tres o cuatro veces en cada página), cuenta con Él, no
permite que se rompa el hilo conductor entre ambos. Y ese hilo conductor es la
oración. De la misma manera que Jesús vivió toda su vida en un ambiente de
oración con el Padre, Pablo vivió la suya en un ambiente de oración con Jesús.
Más tarde dirá a los tesalonicenses: “Oren sin cesar” (1 Tes 5,17). Esa oración
hacía que Jesús formara parte integrante y esencial de su vida; vivía en
comunión con Él. Por eso Pablo podía escucharle.
Nosotros también podemos vivir esa comunión
constante con Jesús si perseveramos en la oración. “No temas… porque yo estoy
contigo”. Esa fue la promesa de Jesús a sus discípulos antes de partir (Cfr. Mt 28,20). Aquellos primeros cristianos
estaban convencidos de esa presencia en sus vidas. Creían en Jesús y le creían
a Jesús. Por eso “se llevaban el mundo de frente” y no cesaban en su empeño de
evangelizar.
Hoy debo preguntarme: ¿Estoy convencido de la
presencia de Jesús en mi vida? Más aún, cuando oro, ¿escucho su voz llamando a
mi puerta (Cfr. Ap 3,20) que me dice:
“No temas… porque yo estoy contigo”? Yo he tenido la experiencia de sentir Su
presencia y escuchar Su voz en medio de un ambiente hostil y peligroso, y
sentirme seguro porque me dijo claramente: “Nadie pondrá la mano sobre ti para
dañarte”.
“No temas…” Esas palabras que el Señor le dice
a Pablo están también, por así decirlo, a flor de labios de Dios. Son las
mismas que el Padre le dice a Jeremías (1,8), a Zacarías (Lc 1,13) y a la Virgen
María (Lc 1,30). Del mismo modo dijo a Moisés “Yo estoy contigo” (Ex 3,12).
Ellos le creyeron y Dios obró maravillas en ellos.
A nosotros, al igual que a Pablo y a los
primeros cristianos, Jesús nos está diciendo: “¡No temas… estoy contigo!”.
Señor, danos esa misma certeza, esa seguridad.
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