"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Desde los cielos miró el Señor; vio a todos los hijos de los hombres… miró sobre todos los moradores de la tierra… atento está a todas sus obras.
Salmo 33: 13-15
El Señor miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte.
Salmo 102: 19-20
Visto desde arriba
“Venga a identificar su casa, a admirar los
colores de la ciudad, a sorprenderse de las formas geométricas, a apreciar la
belleza de los diferentes lugares, y sentirá que al final usted no es gran
cosa”. Esta invitación a una exposición de fotos aéreas nos recuerda
efectivamente lo que somos, es decir, poca cosa ante la inmensidad del
universo. Vista desde arriba, incluso a poca altura, una casa es difícil de
reconocer. ¡Y las personas apenas se ven!
Sin embargo, Dios ama a esas criaturas frágiles
e insignificantes comparadas con el universo. Aquel “que habita en luz
inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1
Timoteo 6: 16), se interesa en nosotros, desea nuestra felicidad. Mostró su
amor hacia nosotros. Vino del cielo para ir al encuentro de nuestra fragilidad.
Dios se hizo hombre en Jesús y obró para nuestra liberación. Jesús vino a este
mundo como un niño; era conocido como el hijo del carpintero, y él mismo fue
carpintero. Vivió en la pobreza como un humilde siervo. No destacaba por su
apariencia en un mundo donde el hombre, lleno de orgullo, trata de sobresalir.
Fue despreciado, sin embargo respondió a las necesidades de los que lo
rodeaban: pobres o ricos, enfermos o sanos, se interesaba en todos. Murió
tomando ante Dios el lugar de los culpables, para sufrir el juicio en su lugar.
Ahora nos invita a tomar esta posición de humildad, es decir, la de un niño, y a aceptar la salvación que él ofrece gratuitamente a todo el que cree en él.
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