"Ventana abierta"
Novena de Navidad – Día 8 – 23 de Diciembre 2021
Por Devociones
Meditaciones de san Alfonso María de Ligorio para la Novena de Navidad
EL NACIMIENTO, MANIFESTACIÓN DE AMOR
«Se manifestó a todos los hombres la gracia de Dios nuestro Salvador enseñándonos
que vivamos en este siglo píamente aguardando la esperanza bienaventurada, y el
advenimiento glorioso del gran Dios y Salvador Jesucristo». (Tito 2,11)
La gracia manifestada de que aquí se habla, es el amor entrañable de Jesucristo a los hombres. Amor que de ningún modo merecíamos, por lo cual se llama «gracia».
Primero fue prometido en muchas profecías y encubierto bajo el velo de numerosas figuras. Pero el nacimiento del Salvador mostró claramente este amor divino al aparecer entre los hombres el Verbo Eterno como una criatura que llora sobre heno y tiembla de frío. Comienza así a pagar las penas que nosotros merecíamos. Y nos declara el amor que nos profesa al dar por nosotros su vida. «En esto conocimos el amor de Dios: en que dio su vida por nosotros»(I Juan 3,16).
El amor de Dios se hizo patente «a todos los hombres». Pero ¿porqué no lo han conocido todos?, ¿y por qué hay tantos que hoy no lo conocen?
Y esta es la razón: «Vino al mundo la luz; pero los hombres
amaron más las tinieblas que la luz». (Juan 3,19)
No lo han conocido, ni lo conocen, porque no quieren conocerlo. Aman más las tinieblas del pecado, que la luz de la gracia.
Procuremos no formar en filas de estos infelices.
Si hasta ahora hemos cerrado los ojos a la luz, pensando poco en el amor de Cristo, tengámoslos en adelante puestos en las penas y muerte del Redentor, para amar a quien tanto nos ha amado. Aguardando la esperanza bienaventurada, y el advenimiento glorioso del gran Dios y Salvador Jesucristo».
Así podremos con razón esperar, según las promesas de Dios, aquel paraíso que Jesucristo nos conquistó con su sangre.
Vino Jesús en su primera venida como niño humilde y pobre. Aparece nacido en un establo, envuelto en pobres pañales y colocado sobre duras pajas. Pero en la segunda, vendrá como Juez en trono de majestad. «Verán al Hijo del hombre que viene sobre nubes con gran poder y majestad.» (Mat. 24,30).
Dichoso entonces aquél que lo haya amado. Desgraciado de aquel que no lo haya
amado…
ORACIÓN
Oh santo Niño mío,
ahora te contemplo aquí, sobre pajas, pobre, afligido y abandonado. Pero
sabemos que llegará el día en que vendrás a juzgarnos, sentado en esplendente
trono y rodeado de ángeles.
Perdónanos antes de que nos juzgues. Entonces actuarás como juez, mientras
ahora como Redentor y Padre misericordioso.
Somos aquellos ingratos que no te han conocido porque no han querido conocerte.
Y por eso, en vez de pensar en amarte, no hemos pensado sino en satisfacer
nuestros gustos, despreciando tu gracia y tu amor.
Aquí te entregamos y ponemos en tus manos nuestras almas que estaban perdidas.
«En tus manos, Señor, encomiendo mi alma. Nos has redimido, Señor, Dios de
verdad» (Sa1.30, 6).
Depositamos en Ti nuestra esperanza, sabiendo que por rescatarnos del infierno,
has dado tu sangre y tu vida. «Nos has rescatado, Dios de verdad». No nos has
dejado morir, mientras estábamos en pecado, sino que nos has esperado con
paciencia, para que nos arrepintamos y comencemos a amarte.
Nos arrepentimos sobre todo mal, de los disgustos que te hemos ocasionado. Nos
arrepentimos y te amamos sobre todas las cosas. Sálvanos por tu misericordia. Y
que la salvación consista en amarte en esta vida y en la eterna.
Oh María, mi amada
Madre, recomiéndanos a Jesucristo, tu Hijo. Hazle saber que somos tus siervos y
que en Ti tenemos puesta nuestra esperanza.
Él te oirá y nada te negará.
San Alfonso María de
Ligorio, Meditaciones de Navidad
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