"Ventana abierta"
«Los celos de San José», de Lope de Vega
Insulabaranaria
Sin ser del todo desconocida, la presencia de
San José en la poesía de Navidad no es tan frecuente, pues el Esposo de María
figura como “secundario” (secundario de importancia, sin duda) en esta historia
en la que el protagonismo “estelar” se lo llevan el Niño Dios y la Virgen.
Pues bien, para este
domingo, festividad de la Sagrada Familia,
copiaré una de las composiciones del Fénix incluidas en Pastores de Belén. Prosas y versos divinos de Lope de Vega Carpio.
Dirigidos a Carlos Félix, su hijo (Madrid, Juan de la Cuesta, 1612;
Lérida, a costa de Miguel Manescal, 1612), que está dedicada también a «Los celos de San José».
El texto (tirada de romance, 44 versos, con
rima á a en su parte inicial, y luego una serie de seguidillas,
algunas con verso inicial hexasílabo), bajo su aparente sencillez, encierra toda una
serie de alusiones bíblicas que han sido
interpretadas por la tradición patrística como prefiguración de la virginal concepción de
Jesús en el seno de María (las explico en las notas al pie). Y dice así:
Afligido está José
de ver su esposa preñada,
porque de tan gran misterio
no puede entender la causa.
Sabe que
la Virgen bella
es pura, divina y santa,
pero no sabe que es Dios
el fruto de sus entrañas.
Él llora,
y la Virgen llora,
pero no le dice nada,
aunque sus ojos divinos
lo que duda le declaran.
Que
como tiene en el pecho
al Sol la Niña sagrada,
como por cristales puros
los rayos divinos pasan (1).
Mira
José su hermosura
y vergüenza sacrosanta,
y, admirado y pensativo,
se determina a dejarla (2).
Mas,
advirtiéndole en sueños
el ángel que es obra sacra
del Espíritu divino,
despierta y vuelve a buscarla (3).
Con
lágrimas de alegría,
el divino Patrïarca
abraza la Virgen bella,
y ella llorando le abraza.
Cúbrenlos
dos serafines,
como aquellos dos del Arca (4),
la del Nuevo Testamento,
la vara, el maná y las tablas (5).
Adora José
al Niño,
porque a Dios en carne humana,
antes que salga a la tierra,
ve con los ojos del alma:
el
Sol que viste a la Virgen (6)
y el fuego en la verde zarza (7),
la puerta de Ezequïel (8),
la piel bañada del alba (9).
Los
ángeles que asistían
del Rey divino a la guarda,
viendo tan tierno a José,
desta manera le cantan:
«Bien podéis
persuadiros,
divino
Esposo,
que este
santo preñado
de Dios es
todo.
Mirad
la hermosura
del santo rostro,
que respeta el cielo
lleno de gozo.
Hijo de David (10),
no estéis temeroso,
que este santo preñado
de Dios es
todo.
Desta
bella palma (11)
el fruto amoroso
ha de ser del mundo
remedio solo (12).
Desta Niña os dicen
las de sus ojos (13)
que este santo preñado
de Dios es todo (14)
(1) Para aludir al milagroso parto virginal de María los Padres de la Iglesia usaron este símil de la luz del sol que atraviesa el cristal sin romperlo. Siglos despúes, el Catecismo del Papa San Pío X habla de que la concepción de Cristo se produjo «como un rayo de sol atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo».
(2) dejarla: así transcriben Pemán y Herrero la lectura del original, «dejalla».
(3) Comp. Mateo,
1, 18-21: «El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba
comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que
estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre
justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero, cuando él estaba
considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo:
“José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha
concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”».
(4) dos
serafines / como aquellos dos del Arca: sobre
el Arca de la Alianza figuraban, en realidad, dos querubines. Comp. Éxodo, 18, 21:
«Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos
extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un
querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los
querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las
alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del
otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el
propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te
daré». Pemán y Herrero editan «Cubren los»; adopto la lectura de Suárez
Figaredo, «Cúbrenlos». Interpreto: ʻA José y María los cubren dos serafines,
como aquellos otros dos serafines del Arca —la del Nuevo Testamento— cubrían la
vara, el maná y las tablasʼ.
(5) la vara, el maná y las tablas: de acuerdo con Hebreos, 9, 3-4, el Arca de la Alianza guardaba la vara reverdecida de Aarón, una
vasija de oro con el maná enviado por Dios a los israelitas para que les
sirviera de alimento en el desierto y las tablas de los Diez Mandamientos («Y
detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el
cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de
oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón
que retoñó y las tablas del pacto»). En 1 Reyes, 8, 9 se indica que dentro del Arca
solo estaban las dos tablas de piedra de Moisés.
(6) El sol que viste a la Virgen: primera de las cuatro referencias bíblicas que se acumulan en estos
versos, y que aluden a la Virgen. Aquí se refiere a la mujer vestida del sol
de Apocalipsis, 12, 1-2 («Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol,
con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento»), identificada con la Virgen por los exégetas de la Biblia.
(7) el fuego
en la verde zarza: la zarza ardiente de Moisés (Éxodo, 3, 2:
«Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se
consumía»). La Patrística la considera prefiguración de la encarnación del
Verbo de Dios en el seno virginal de Santa María, al menos desde San Gregorio
de Nisa (siglo IV), quien escribió que «lo que era figurado en la llama y en la
zarza, fue abiertamente manifestado en el misterio de la Virgen. Como sobre el
monte la zarza ardía sin consumirse, así la Virgen dio a luz, pero no se
corrompió». El arte cristiano representa en ocasiones a la Virgen y el Niño
dentro de la zarza ardiente.
(8) la puerta
de Ezequïel: San Agustín identifica con la Virgen
María la Puerta Oriental de Jerusalén que se menciona en Ezequiel, 10, 19 («[…[ y se pararon [los querubines] a la entrada de la puerta
oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima
sobre ellos») y 44, 1-3 («Me hizo volver hacia la puerta exterior del
santuario, la cual mira hacia el oriente; y estaba cerrada. Y me dijo
Jehová: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá, ni entrará por ella hombre,
porque Jehová Dios de Israel entró por ella; estará, por tanto,
cerrada. En cuanto al príncipe, por ser el príncipe, él se sentará allí
para comer pan delante de Jehová; por el vestíbulo de la puerta entrará, y por
ese mismo camino saldrá»). Ver ahora Guillermo Serés, «La Virgen, Puerta Oriental (Ezequiel,
44, 2), o la vuelta del alma a su origen», e-Spania, 39, juin 2021, s. p.
(9) la piel bañada del alba: se refiere a la piel de Gedeón bañada por el rocío del amanecer (alba), que también se interpreta en clave mariana. El pasaje relativo a Gedeón está recogido en Jueces, 6, 36-40. Gedeón pidió una señal de su alianza a Dios, quien hizo llover rocío sobre el vellón de la piel, dejando seco el campo de alrededor, y luego al revés. Calderón tiene un auto sacramental titulado La piel de Gedeón. Ver la nota de Ignacio Arellano y Ángel L. Cilveti a El divino Jasón, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Edition Reichenberger, 1992, vv. 211-212.
(10) Hijo de David: este apelativo se aplica tradicionalmente a Jesús, pero aquí se refiere a su padre. El Nuevo Testamento recoge la genealogía de Jesús (y de José) remontándose hasta el rey David.
(11) palma: la palma, símbolo de victoria, es uno de los atributos tradicionales de la Virgen María.
(12)ha de ser del mundo / remedio solo: Jesús, el Dios humanado, será el redentor del mundo, su muerte sacrificial supondrá el perdón universal para el género humano.
(13) las de sus ojos: entiéndase ʻlas niñas de sus ojosʼ.
(14) Cito por Suma poética. Amplia colección de la poesía religiosa española, por José María Pemán y Miguel Herrero, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1944, pp. 458-459, con ligeras modificaciones en la puntuación (hay ed. facsímil, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2008). De Pastores de Belén contamos con una edición moderna de Antonio Carreño (Madrid, Cátedra, 2010) y otra en formato electrónico preparada por Enrique Suárez Figaredo.
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