"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES 23 DE DICIEMBRE DE 2021 – FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO
“Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios”.
“Mirad, yo os envío a
mi mensajero, para que prepare el camino ante mí… os enviaré al profeta Elías
antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón
de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para
que no tenga que venir yo a destruir la tierra”.
Basándose en este pasaje, tomado de la primera lectura de hoy (Mal
3,1-4.23-24), los judíos tenían la creencia de que el profeta Elías habría de
regresar para anunciar la llegada del Mesías esperado. Por eso en el Evangelio que leyéramos el sábado de la segunda semana de Adviento (Mt 17,10-13), cuando
los discípulos le preguntaron a Jesús que por qué decían los escribas que
primero tenía que venir Elías, este les respondió: “Elías vendrá y lo renovará
todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo
trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de
ellos”. Al escuchar estas palabras los discípulos comprendieron que se trataba
de Juan el Bautista. En otras palabras, el que tenía que venir no se llamaba
Elías, pero había cumplido su misión: “Precederá al Señor con el espíritu y el
poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los
rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien
dispuesto” (Lc 1,17).
Los escribas no supieron reconocer al precursor cuando lo vieron, por eso
tampoco reconocieron al Mesías cuando lo tuvieron ante sí; no supieron
interpretar los signos que anunciaban la llegada del Mesías. Y uno de esos
signos fue el nombre que sus padres escogen para Juan Bautista, evento que se
recoge en el Evangelio de hoy, que nos narra el nacimiento de Juan el Bautista
(Lc 1, 57-66). Contario a la tradición, sus padres, Zacarías e Isabel, escogen
para el niño un nombre extraño, contrario a la tradición familiar. Por eso
“todos se quedaron extrañados”. Es que cuando Dios escoge a una persona para
llevar a cabo una misión, la misma está asociada a un nombre que Él tenía
pensado desde la eternidad. ¡Y qué misión tenía Dios destinada para Juan! Ser
el precursor del Mesías.
Estamos al final del Adviento. Mañana es Nochebuena. Celebraremos el
nacimiento de Jesús. Un hecho salvífico del pasado que se hace presente para
los que creemos, como lo hizo el Niño Jesús en aquél primer Belén viviente que
preparó San Francisco de Asís en el año 1223. Lo cierto es que Jesús sigue
naciendo “hoy”, en el tiempo presente, en los corazones de todos los hombres y
mujeres de fe. Y a cada uno de nosotros se nos ha encomendado la misma misión
que a Juan, ser testigos de la verdad, que no es otra cosa que el amor
incondicional que Dios nos tiene, al punto de habernos enviado a su Hijo para
rescatarnos del pecado y de la muerte.
Hoy debemos preguntarnos, ¿si la gente nos ve, podrán ver en nosotros el reflejo de la imagen de Jesús, de manera que cuando le tengan de frente le reconozcan? De nosotros puede depender que celebren la verdadera Navidad…
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