"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras
rebeliones.
Jeremías 3: 22
Jesús dijo:) Los que están sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores al arrepentimiento.
Lucas 5: 31-32
Sanaré vuestras rebeliones
Al decir: “Sanaré vuestras rebeliones”, Dios
nos invita a ir a él sin intermediario, para sanarnos. Nos invita a dejar
nuestras cargas, a exponerle nuestras debilidades, a contarle aquello que nos
avergüenza. Podemos contarle nuestro malestar, confesarle nuestros pecados.
Estos son los motivos de la confesión. Pero la manera de hacerlo será
totalmente diferente según la apreciación que tengamos de Dios, es decir, si lo
vemos como un juez o como un médico. Abrir su conciencia ante un juez se hace con
mucha prudencia. Hacerlo ante un médico es más objetivo, no se le esconde nada,
para que la curación pueda ser completa.
Ante el juez un ladrón dirá: “Reconozco haber
robado”, pero ante su terapeuta dirá: “Cúreme de mi cleptomanía, de mi
tendencia a robar”. Hablar de sus robos es hablar de sus acciones. Hablar de su
cleptomanía es pasar a un nivel más profundo. En efecto, confesar que soy
culpable pone en duda mis acciones, y puedo imaginar que, debido a mis
esfuerzos, podré dejar de hacer el mal. Pero reconocer que mis malas acciones
son la consecuencia de mi ser enfermo por el pecado, es tomar conciencia de mi
incapacidad para curarme yo solo.
Entonces puedo recibir la palabra de Jesús,
quien vino a llamar no a justos, sino a pecadores, para que se arrepientan.
¡Son los enfermos quienes necesitan ir al médico! Como el médico divino, Jesús
me llama a mí, pecador, y me invita a arrepentirme, ¡para curarme y salvarme!
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