"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DÉCIMA SEXTA SEMANA DEL T.O. (1)
“El resto cayó en tierra buena y dio grano:
unos ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga oídos, que oiga”.
La liturgia de hoy nos presenta como lectura
evangélica (Mt 13,1-9) el comienzo del “discurso parabólico” de Jesús, que
ocupa todo el capítulo 13 del Evangelio según san Mateo e incluye siete
parábolas, las llamadas “parábolas del Reino”.
La primera de esas parábolas, que leemos hoy,
es la “parábola del sembrador”. En esta conocida parábola, un hombre salió a
sembrar y la semilla cayó en cuatro clases de terreno (a la orilla del camino,
en terreno pedregoso, entre zarzas, y en terreno bueno) pero solo la semilla
que cayó en tierra buena dio grano. Esta parábola, que recogen los tres
sinópticos, es una que no requiere un gran ejercicio de hermenéutica para
interpretarla, pues el mismo Jesús se la explica a sus discípulos, según
veremos en la lectura evangélica de este viernes.
A lo largo de todos los relatos evangélicos encontramos
que Jesús enseña utilizando parábolas. El término “parábola” viene del griego y
significa “comparación”. La parábola es, pues, una breve comparación basada en
una experiencia de la vida diaria, que tiene por finalidad enseñar una verdad
espiritual. Jesús vino a predicar los secretos y las maravillas, los misterios
del Reino de Dios. Esos misterios sobrepasan el entendimiento humano; se
refieren a verdades que el hombre no puede descubrir por sí mismo.
Sin embargo, los galileos sí entendían de árboles,
de pájaros, de animales de labranza, de la tierra, de semillas, de la siembra y
la cosecha y la amenaza de la cizaña, de la pesca. También de las aves de
rapiña, de los rebaños y el peligro de las zorras, de las gallinas y sus
polluelos, etc.
Jesús echa mano de esas experiencias cotidianas
para explicar los secretos y maravillas del Reino de Dios. De ese modo las
parábolas de Jesús trascienden su tiempo y sirven para nosotros hoy, pues para
nosotros resulta más fácil familiarizarnos con las costumbres de la época de
Jesús que tratar de entender por nuestra cuenta los misterios del Reino.
Durante las próximas dos semanas estaremos leyendo estas “parábolas del Reino”,
y a través de ellas, adentrándonos en los misterios del Reino.
Toda la misión de Jesús puede resumirse en una
frase: “Tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he
sido enviado” (Lc 4,43).
Pero el significado de las parábolas solo puede
ser entendido por los que tienen una disposición favorable para con Dios, pues
es algo que es concedido por pura gratuidad de parte de Dios a las personas de
fe, y negado a los “autosuficientes”. Así, el que tiene fe entenderá cada día
más y más de los misterios del Reino, y al que no tiene fe, “aun lo que tiene
se le quitará” (13,12). No es algo que dependa de la capacidad intelectual de
la persona. Por el contrario, se trata de reconocer nuestra pequeñez y abrirnos
a Dios con corazón humilde, sensible y dispuesto, pues Él siempre ha mostrado
preferencia por los humildes y los débiles al momento de mostrarles las
maravillas y los misterios del Reino (Cfr.
Mt 11,25).
Señor, ayúdame a ser “tierra buena”, para
recibir en nuestros corazones la Palabra que tu Hijo nos brinda y, entendiendo
sus maravillas, convertirnos en verdaderos ciudadanos el Reino. Por Jesucristo
Nuestro Señor.
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