"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Te haré entender, y te enseñaré el camino en
que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el
mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
porque si no, no se acercan a ti.
Salmo 32: 8-9
Conocer la voluntad de Dios (6):
Te enseñaré el camino
¡Qué bella promesa! “Te haré entender, y te
enseñaré el camino…”. El Señor desea guiarnos en el camino de la vida, cuando
todo parece oscuro, pero también cuando todo nos parece fácil.
Dios fija su mirada de bondad sobre nosotros:
nos conoce, nos dirige, también nos corrige y nos advierte: “No seáis como el
caballo, o como el mulo…”. En efecto, podríamos desviarnos del camino que Dios
quiere que sigamos, mostrándonos impulsivos como el caballo, al cual hay que
detener, u obstinados como el mulo, al cual es necesario aguijonear para que
avance. ¡Cuánta energía se derrocha, a veces, en cosas inútiles! Entonces Dios,
con sabiduría, actúa por medio de circunstancias difíciles, como el “cabestro”
o el “freno”, para refrenar nuestra precipitación o para hacer ceder nuestra
obstinación: ¡Nos cuesta tanto obedecer! De esta manera busca traernos
nuevamente a él cuando nos alejamos. Desea que permanezcamos a su lado, para
nuestro bien.
Somos sus hijos, él se ocupa de nosotros a fin
de formarnos “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su
santidad” (Hebreos 12: 10).
Dios no nos olvida; mantiene sus ojos fijos en
nosotros. Es el Maestro atento que nos enseña por medio de su Palabra, para
conducirnos según su voluntad al objetivo que se propuso. Leamos la Biblia
atentamente y pidámosle, como el autor del salmo: “Enséñame, Señor, tu camino,
y guíame” (Salmo 27: 11).
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