"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA DÉCIMA SEXTA
SEMANA DEL T.O. (1)
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema:
así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y
arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al
horno encendido
El evangelio que nos propone la liturgia de hoy
(Mt 13,24-30), nos presenta otra de las parábolas del Reino: la parábola de la
cizaña. Y al igual que hizo con la parábola del sembrador que leyéramos el
miércoles de esta semana, que la explicó en el evangelio del viernes, Él mismo
va a explicar esta parábola a sus discípulos en la lectura evangélica del
martes próximo (Mt 13,36-43): “El que siembra la buena semilla es el Hijo del
Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la
cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo;
la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se
arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre
enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y
malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar
de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”.
Resulta claro que el mensaje que Jesús quiere
transmitir a través de esta parábola es de naturaleza escatológica, es decir,
relacionada con el final de los tiempos y el juicio final que ha de venir
entonces. Jesús es consciente de nuestra debilidad, de nuestra inclinación al
pecado. Sabe que el maligno va a estar constantemente al acecho (Cfr. 1 Pe 5,8), como la yerba mala que trata de
ahogar la buena cosecha. Por eso cuando los ángeles, encargados de hacer
cumplir la sentencia del juicio final, le preguntan al “Hijo del Hombre” si
arrancan la cizaña, este les contesta que no, porque pueden, sin querer,
arrancar también el trigo.
Cuando Jesús hablaba en parábolas a los de su
tiempo, lo hacía en un lenguaje que ellos entendían, y los que saben de siembra
y cosecha de trigo saben que aunque al principio el trigo y la cizaña crecen
más o menos a la misma altura, eventualmente el trigo crece mucho más alto, lo
que permite que los obreros al cortar con su hoz no confundan la espiga del
trigo con la de la cizaña.
Así mismo ocurrirá al final de los tiempos con
los que escuchen la palabra del Padre y la pongan en práctica; descollarán por
encima de los que se dejen seducir por el Maligno. Entonces vendrán los ángeles
del Señor “y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los
arrojarán al horno encendido”. Y “los justos brillarán como el sol en el Reino
de su Padre”.
Esta parábola nos presenta otra característica
de Jesús: su infinita paciencia. Contrario al Mesías justiciero que esperaban
los judíos, que vendría a “castigar” a los “malos” (los enemigos del pueblo
escogido, los “paganos”), Jesús se mezcla con ellos, los invita a su mesa, y
tiene con ellos la misma paciencia que tuvo Yahvé para con su pueblo a lo largo
de toda su historia, tolerando y perdonando todas sus infidelidades.
Hoy Jesús nos pregunta: Y tú, ¿eres trigo o
cizaña? Si somos trigo, brillaremos “como el sol en el Reino del Padre”. Si
optamos por ser cizaña, entonces “será el llanto y el rechinar de dientes”…
Jesús nos llama, pero no nos obliga (Ap 3,20). Y no se cansa de esperar.
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