"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA DÉCIMOCUARTA SEMANA DEL T.O. (1)
“Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Animo,
hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer”.
El tema de la fe sigue dominando la liturgia. Y
la primera lectura de hoy (Gn 28,10-22a), continúa narrando la historia de la
descendencia de Abraham, que es también el comienzo de la historia del pueblo
de Israel, y la historia de nuestra fe, pues nosotros somos herederos de la fe
de Abraham, a quien las tres grandes religiones monoteístas (cristianismo,
judaísmo e islam) llaman el “padre de la fe”.
En este pasaje Yahvé reitera a Jacob, el hijo
de Isaac, las promesas que había hecho a Abraham al establecer su Alianza con
él: “La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu
descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y
ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del
mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo;
yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te
abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido”. Jacob creyó en Yahvé y en su
Palabra.
La lectura evangélica (Mt 9,18-26), por su
parte, nos narra dos milagros de Jesús en los cuales resalta la fe de los
recipientes del milagro: la revivificación de la hija de Jairo y la curación de
la hemorroísa. Aunque Mateo no menciona el nombre del personaje (Jairo), Marcos
y Lucas lo identifican por nombre en sus relatos paralelos. Mateo es bien parco
en ambos relatos, mientras Marcos y Lucas se explayan en los detalles (Mc
5,21-42; Lc 40-56).
En el caso de la mujer que sufría flujos de
sangre, ella tenía la certeza de que con solo tocar el manto de Jesús se
curaría, y actuó conforme a lo que creía: se acercó entre la multitud hasta
tocar el manto de Jesús. De eso se trata la fe. Por eso decimos que la fe es
algo “que se ve”. La fe de aquella mujer le permitió recibir el milagro. Por
eso la lectura nos dice que Jesús se volvió hacia ella y le dijo: “¡Ánimo hija!
Tu fe te ha curado”. Y en aquel momento quedó curada.
El pasaje que leemos hoy comienza con Jairo (a
quien él identifica como “un personaje”) diciéndole a Jesús que su hija había
muerto, añadiendo: “Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá”.
Nuevamente nos encontramos ante la importancia de la fe. Jairo creyó, y actuó
conforme a lo que creía. Ante la muerte de su hija, realizó un acto de fe.
Al llegar Jesús a casa de Jairo encontró “a los
flautistas y el alboroto de la gente” (signo de que la niña había muerto), y
dijo a todos: “¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida”. Nos dice la
lectura que todos se reían de Él, y que una vez echaron la gente, “entró Él,
cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie”.
En ocasiones anteriores hemos dicho que no
basta con creer (hasta el demonio “cree” en Dios), hay que actuar conforme a lo
que creemos. Hay que “vivir” la fe. Entonces veremos manifestarse la gloria de
Dios.
Señor yo creo, pero aumenta mi fe…
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