"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA DÉCIMOCUARTA SEMANA DEL T.O. (1)
Los zapatos del papa Francisco.
La primera lectura que nos brinda la liturgia
de hoy continúa la narración de la historia de la descendencia de Abraham, y
cómo Yahvé cumple la Alianza pactada con el pueblo elegido en la persona de
aquél. Ayer leíamos la historia de los hijos de Jacob, quienes anteriormente se
habían puesto de acuerdo para deshacerse de José, dirigiéndose a Egipto para
comprar provisiones en medio de la hambruna que arrasaba toda la tierra. Al
llegar se presentaron ante el administrador del faraón encargado de repartir
las raciones, que era su hermano José, a quienes no reconocieron. Hoy se nos
narra la culminación de esa historia cuando José se revela a sus hermanos (Gn
44,18-21.23b-29; 45; 1-5).
Aprovecho para hacer un paréntesis de
formación. Muchas veces las lecturas que nos brinda la liturgia son porciones
escogidas de una historia más larga, como está ocurriendo con esta historia de
José. En esos casos es recomendable que vayamos a la Biblia y leamos el pasaje
completo. De esa manera podremos apreciar toda la riqueza del relato y tener
una mejor comprensión de los hechos y el mensaje que nos brinda la Palabra.
La enseñanza principal que encontramos en esta
lectura se resume al final: “Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a
los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí;
para salvación me envió Dios delante de vosotros”. Dios había permitido el mal
que sus hermanos habían hecho a José con un propósito; que, en el momento de
mayor necesidad, José estuviera allí para librarles de la hambruna.
Muchas veces Dios permite que nos sucedan cosas
que no comprendemos, pero si las aceptamos como la voluntad de Dios,
eventualmente nos percatamos que todo lo sucedido era para nuestro propio bien.
“Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de aquellos que
él llamó según su designio” (Rm 8,28). Los que han escuchado mi testimonio
saben que puedo dar fe de eso…
En la lectura evangélica (Mt 10,7-15)
continuamos las instrucciones que Jesús imparte a los “doce” al enviarlos en la
misión de proclamar el Evangelio. En el pasaje que leemos hoy Jesús enfatiza el
desapego a las cosas materiales, instando a sus apóstoles a dejar atrás todo lo
que pueda convertirse en una preocupación que desvíe su atención de la misión
que les está encomendando. Se trata de abandonarse a la Providencia divina.
Una frase resalta en este relato del envío de
los “doce”: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Con esta frase Jesús
les (nos) recuerda que el Evangelio es para todos, que la salvación es regalo
de Dios, y como tal tenemos que compartir con todos, los dones que hemos recibido
de Él. No podemos convertir el anuncio de la Buena Nueva del Reino en un
negocio o en una fuente de ingresos (como aquellas parroquias que tienen un
listado de “tarifas” para los sacramentos), ni en una forma de obtener bienes
para nosotros, porque se desvirtúa.
Hace varios años, prácticamente a inicios de su
pontificado, el papa Francisco decía a un nutrido grupo de seminaristas y novicias congregados en el Vaticano: “Me duele ver a un cura o a una monja con el último modelo de coche”. Francisco
está claro…



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