"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA DÉCIMA QUINTA SEMANA DEL T.O. (1)
“Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré”.
La primera lectura que nos ofrece la liturgia
para hoy (Ex 3,13-20) es continuación de la que leíamos ayer. Es la culminación
del pasaje de la zarza ardiendo. Dios se ha presentado ante Moisés, le ha
hablado y le ha encomendado una misión: la liberación de su pueblo de la
esclavitud en Egipto. Dios le instruye ir a los suyos para compartir con ellos
la buena noticia de que Dios no les ha abandonado, que se ha compadecido de
ellos y ha decidido venir en su auxilio.
Moisés le plantea una realidad. Para los judíos
el nombre tiene gran importancia, pues indica “el ser” profundo. Tener nombre
indica que es alguien vivo, que existe, que no es una cosa abstracta,
imprecisa, impersonal, que no es producto de la imaginación de Moisés. Si le
preguntan que quién es el que le ha enviado, ¿qué les dirá? Dios le contesta:
“‘Soy el que soy’; esto dirás a los israelitas: ‘Yo-soy’ (Yahvé) me envía a
vosotros’”. Se trata de Yahvé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Los judíos llevaban siglos viviendo en un
ambiente de idolatría, tal vez muchos se habían contaminado, olvidando al Dios
de los patriarcas. Yahvé les recuerda que Él es fiel, que cumple sus promesas,
que no se ha olvidado de ellos, que viene a sacarlos de allí y llevarlos a la
tierra que había prometido a Abraham y a su descendencia.
A veces nos dejamos contaminar por el
secularismo que nos rodea (con todos los “ídolos” modernos) y llegamos a pensar
que Dios nos ha abandonado, e inclusive nos olvidamos de Él.
La lectura evangélica de hoy (Mt 11,28-30),
también continuación de la de ayer, es una de las más cortas que nos ofrece la
liturgia, tres versículos. En ella Jesús nos recuerda que Dios nos abandona;
que Él (que es Dios) está cerca de nosotros. “Venid a mí todos los que estáis
cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi
yugo es llevadero y mi carga ligera”.
“Venid a mí…” Nos dice que nos acerquemos, que
vayamos hacia Él con confianza. “Y yo os aliviaré”. Nos está ofreciendo Su
hombro para aliviar nuestro cansancio, y Su abrazo para aliviar nuestros
pesares. Se ofrece a ser nuestro “cirineo”. “Cargad con mi yugo y aprended de
mí”. Nos invita a ser sus discípulos, a vivir la ley del Amor, que es un yugo
llevadero y una carga ligera; no como el yugo de la Ley, que al carecer del
Amor se torna en una carga insoportable. “Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”. Nos señala el camino a
seguir. Se trata de asumir una nueva forma de vida, libre de los legalismos
aplastantes, que podría resumirse en un amor incondicional al prójimo, producto
de una experiencia amorosa con el Padre. Más que una carga, es un imperativo de
Amor.
Señor, ayúdame a tener la confianza de acercarme a Ti como se acerca un niño a su padre con un juguete roto, con la certeza de que él es quien único puede repararlo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario