La Buena Semilla
No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho el Señor.
Zacarías 4: 6
Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad.
2 Corintios 12: 9
Una mano disponible
Desde la cumbre de la montaña sigo con mis ojos
a un joven que trata de subir la cuesta en bicicleta. Debe recorrer muchas
curvas para llegar a la cima. Por momentos pedalea claramente contra el viento
que sopla fuerte. ¡No quisiera estar en su lugar! Pero de repente lo alcanza
lentamente un vehículo lleno de gente y mercancía. En el momento en que llega a
la altura del ciclista y lo adelanta, un pasajero que viaja en la parte trasera
del vehículo le tiende la mano. A partir de entonces, la subida se hace más
fácil; por fin llega a la cumbre y continúa alegremente su camino.
A veces estoy como ese joven en su bicicleta,
cansado y agobiado. Mi vida, llena de dificultades, se parece a ese camino
empinado, al viento contrario; a menudo estoy al límite del agotamiento. Pero a
mi alcance tengo una mano poderosa disponible: la de Jesús.
Me basta acercarme a él y mantener ese vínculo
de confianza con él, aunque solo sea con un “dedito” de fe. Eso bastará para
que su fuerza se convierta en la mía. Esta ayuda poderosa y llena de sabiduría
está a mi alcance todos los días y en cada situación. Está ahí, inagotable y
siempre necesaria.
Me acompaña especialmente cuando hago algo para
el Señor, algo que me parece demasiado difícil. Si confío en él, recibo la
ayuda necesaria y le oigo decir: “Mi poder se perfecciona en la debilidad”.
“Clamó Asa al Señor su Dios, y dijo: ¡Oh Señor, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Señor Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos” (2 Crónicas 14: 11).
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