"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se
acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante,
me negarás tres veces.
La mirada divina (3) – El Señor
miró a Pedro
Pedro era un discípulo muy impulsivo. Amaba
mucho al Señor y a menudo lo había demostrado. Confiaba en su valentía; afirmó
que estaba dispuesto a ir con su maestro no solo a la cárcel, sino también
hasta la muerte (Lucas 22: 33). Pero los acontecimientos se precipitaron,
Jesús fue detenido y llevado al tribunal. Pedro dudó, siguió a Jesús de lejos,
entró en el patio del tribunal, se calentó cerca del fuego con los guardias;
allí lo reconocieron y le hicieron preguntas. Entonces, en muy poco tiempo,
negó a Jesús tres veces consecutivas: “Comenzó a maldecir, y a jurar: No
conozco a este hombre de quien habláis” (Marcos 14: 71). El Señor se dio
la vuelta y miró a Pedro… ¿Qué había en esa mirada? No había enojo, pero sí
tristeza, y sobre todo compasión. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había
dicho: “me negarás”, y lloró amargamente. Un poco más tarde Jesús tuvo una
conversación privada con él (Lucas 24: 34); luego tuvo otra en público
para renovarle su confianza y liberarlo de ese mal recuerdo (Juan 21:
15-19).
¡Cuántas veces me parezco a Pedro! Amo al Señor
y me gustaría hacer grandes cosas para él; pero cuando se presenta una
conversación con gente que no conoce a Dios, no me atrevo a decir abiertamente
que soy cristiano, por temor a la reacción de mis interlocutores. Luego me
siento incómodo con mi Salvador, consciente de haberlo negado por medio de mis
silencios, mis compromisos con el mundo. ¿Quién me consuela entonces? Sé que
Jesús me ama, busca mi mirada y me dice: ¡Te amo igual, morí por ti y no te
abandonaré! ¡Vuelve!
No hay comentarios:
Publicar un comentario