"Ventana abierta"
La Buena Semilla
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas
dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios
mío.
Salmo 42: 5
El desánimo
Sería falso y duro afirmar que un cristiano no
puede estar triste. Es falso porque, creyentes o no, todos podemos pasar por
fases de depresión que no tienen un origen espiritual. ¡Qué duro es para los
que pasan por esas situaciones lamentables!
La Biblia cuenta la historia de creyentes que
pasaron por grandes angustias, por ejemplo Job, Elías, Jeremías, Pablo.
Incluso sin tener momentos de depresión, a
todos nos pasa que un día u otro estamos tristes o desanimados. En la vida de
fe puede existir una sucesión de altibajos, de momentos en los que todo es
claridad y otros en los que el horizonte parece oscurecerse. No dejemos que el
pesimismo nos gane; nuestra fe debe estar vivificada continuamente por la
lectura de la Palabra de Dios. Pidamos al Señor que haga brillar su luz en
nuestro corazón mirando al Salvador en los evangelios.
La lectura de los salmos nos reconforta cuando
nos sentimos turbados, desanimados, incomprendidos. A menudo sus autores
cuentan su tristeza a Dios, ponen palabras a su sufrimiento. “¿Por qué te
abates, oh alma mía…?”. Es como una toma de conciencia, la búsqueda de las
causas de este sufrimiento, la convicción de que Dios quiere ocuparse de él y
curar las heridas. Los momentos de recogimiento para buscar a Dios, solos o con
la ayuda de hermanos y hermanas cristianos, pueden ser una gran ayuda.
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré;
mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no
hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el
santuario” (Salmo 63: 1-2).
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