"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL DÉCIMO TERCER DOMINGO DEL
T.O. (B)
“Hija, tu fe te ha curado”.
La liturgia dominical continúa llevándonos de
la mano en este recorrido por el Evangelio según san Marcos. La lectura de hoy
(Mc 5,21-43) nos presenta a Jesús regresando de “la otra orilla” luego de haber
sido echado de Gerasa. (Ver: Mc 5,1-20). En el pasaje de hoy Marcos nos narra
dos milagros de Jesús entrelazados en una sola trama: la revivificación de la
hija de Jairo (debemos recordar que Jesús “revive” los muertos, no los
“resucita”, pues el que resucita no muere jamás y todos los que Jesús revive en
los evangelios están destinados a morir) y la curación de la hemorroísa.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores,
Marcos escribe su relato evangélico para paganos de la región itálica, con el
propósito de demostrar que Jesús es el verdadero y único Dios. Para ello, nos
presenta a Jesús como el gran “taumaturgo” o hacedor de milagros. Él solo hace
lo que en la mitología requiere de muchos dioses. Así en el pasaje anterior lo
veíamos demostrando su poder sobre el diablo y sus demonios, y hoy lo vemos
demostrando su poder sobre la enfermedad y sobre la muerte.
En el relato de la mujer que sufría flujos de
sangre, ella tenía la certeza de que con solo tocar el manto de Jesús se
curaría, y actuó conforme a lo que creía: se arrastró entre la multitud hasta
tocar el manto de Jesús. De eso se trata la fe. Por eso decimos que la fe es algo
“que se ve”. Nos dice la escritura que cuando tocó el ruedo del manto de Jesús,
se curó instantáneamente, y Jesús sintió que “había salido una fuerza de Él”.
Se ha dicho que la fe es el “gatillo” que dispara el poder de Dios. Y eso fue
lo que la hemorroísa hizo, “disparar” el poder de Dios, al punto que Jesús
sintió cuando ese poder se activó, y se realizó el milagro. Jesús aprovecha la
oportunidad y pregunta, con un fin pedagógico (Jesús es Dios, y Dios lo sabe
todo) que quién le había tocado, y cuando ella confiesa que había sido ella, le
dice, en presencia de todos: “Hija, tu fe te ha curado”.
No bien había terminado de realizar ese
milagro, llegaron emisarios de la casa de Jairo, quien le había pedido a Jesús
que curara a su hija que estaba muy enferma, y le dijeron que la niña había
muerto. Jesús aprovecha la coyuntura para reafirmar su enseñanza y le dice a
Jairo: “No temas; basta que tengas fe”. Jesús le dijo a Jairo que su hija
dormía. Jairo creyó en las palabras de Jesús, y actuó conforme a lo que creía,
acompañando a Jesús hasta su casa, y luego junto a su esposa hasta la
habitación de la niña. Con su fe “disparó” el poder de Dios, y Jesús la tomó de
la mano y esta se levantó ante el asombro de todos. Si Jairo no hubiese actuado
conforme a lo que creía, no hubiese perdido el tiempo llevando a Jesús a su
casa (¿para qué?, la niña ya estaba muerta). Peo Jairo creyó, y actuó conforme
a lo que creía. No tuvo miedo ante la muerte de su hija, tuvo fe.
No basta con creer (hasta el demonio “cree” en Dios), hay que actuar conforme a lo que creemos. Hay que “vivir” la fe. Entonces verás manifestarse la gloria de Dios.
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