"Ventana abierta"
La Buena Semilla
A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los
cielos.
Salmo 123: 1
¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna.
Juan 6: 68
Como los radios de una rueda
Todos los radios de una rueda están orientados
hacia un mismo punto, es decir, su centro. Cristo es como ese “centro”: debemos
ir a él tal como somos para obtener el perdón de nuestros pecados y recibir ese
regalo incomparable, la vida eterna. Esta vida nos une a Cristo. “El que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22: 17).
Desde entonces, redimidos por el Señor Jesús,
ya no estaremos solos en la vida. Al igual que los radios de la rueda,
dirijamos nuestras miradas hacia él, quien es el centro. ¿Pasamos por
dificultades? Oremos a él. ¿Tenemos que tomar una decisión? Escuchémoslo a
través de la lectura de su Palabra. No olvidemos que él es el pastor que cuida
a los suyos. Está cerca de nosotros, nos escucha; su amor no cambia. Unas horas
antes de ser apresado y condenado a la muerte de la cruz, cenando con sus
discípulos, Jesús les dijo “que su hora había llegado para que pasase de este
mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el fin” (Juan 13: 1).
Fijémonos también que cuanto más se acercan los
radios al centro de la rueda, más cerca están los unos de los otros. La nueva
naturaleza que el creyente recibió de Dios lo capacita, por el poder del
Espíritu Santo, para amar a los demás.
Pero, al igual que el radio de la rueda, solo
podremos hacerlo en la medida en que permanezcamos cerca del centro de toda
bendición, es decir, Jesús. Si nos alejamos de él, seremos incapaces de hacer
lo que él espera de nosotros. “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan
15: 5).
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