"ventana abierta"
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA NOVENA SEMANA DEL T.O. (1)
“Porque los demás han echado de lo que les
sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
El pasaje del Evangelio de Marcos que
contemplamos hoy (12,38-44) se desarrolla justo a la entrada del Templo, ante
el vestíbulo, donde estaban colocadas trece grandes arcas que conformaban la
“tesorería” del Templo. Allí depositaban las ofrendas los fieles, y comunicaban
sus intenciones al encargado de contabilizar el valor de cada ofrenda.
La lectura nos dice que Jesús estaba observando
a la gente que echaba dinero; estudiando los gestos, “viendo” con los ojos de
Dios dentro de los corazones de todos los que desfilaban frente al arca de las
ofendas. Allí vio unos ricos que echaban donativos “en cantidad” en el arca de
las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: “Os
aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie.
Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad,
ha echado todo lo que tenía para vivir”. Jesús, que es Dios, sabe que era todo
lo que aquella pobre mujer tenía.
Vemos una marcada diferencia en el significado
de cada ofrenda. La viuda le entrega a Dios su pobreza, le ha dado lo único que
posee. Los ricos, por el contrario, le entregan su poder y privilegios, le han
dado lo que les sobra.
Siempre que leemos este pasaje hablamos de la
importancia de ser generosos al momento de ofrendar, o de practicar la caridad;
de dar de lo que tenemos, no de lo que nos sobra. Pensemos por un momento a la
inversa. ¿Podríamos aplicar le enseñanza de este pasaje a Dios? Si Dios nos
hubiese dado solo de lo que le sobra, ¿nos habría dado a su único Hijo para salvarnos? En el momento que
esto ocurre Jesús sabe que le quedan apenas unos días de vida. Sabe que su Padre,
que es Dios, lo va a ofrendar a Él, que también es Dios; es decir, que Dios se
va a ofrendar a sí mismo, dando no solo lo que tiene, sino lo que es.
Tal vez por eso Jesús presta tanta importancia
al gesto de aquella viuda que entregó su posibilidad de sobrevivir, confiando,
como lo hizo la viuda de Sarepta, en la palabra del Señor cuando dijo que “el
tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará” (1 Re
17,7-16).
Ese Jesús que nació pobre, teniendo por cuna un
pesebre (Lc 2,7), vivió como pobre, no teniendo donde recostar la cabeza (Mt
18,20), e iba morir, también pobre, teniendo como fortuna su ropa (Jn 19,24),
estaba a punto de ofrendar, al igual que la viuda, todo lo que tenía: su vida
misma, su persona.
Ayer comentábamos que el Reinado que Jesús vino
a instaurar está cimentado en el Amor, no en la riqueza ni el poder terrenal.
Dios no es un Rey que vino de paseo a la tierra para mostrar su poder ni para
devolverle el poder político a su Pueblo. Por el contrario, vino para hacerse
pobre y esclavo de todos, y así mostrar su grandeza; para con su gesto comprar
para nosotros la libertad que no puede restringirse con cadenas: la libertad de
sabernos amados por un Dios que se ofrece a sí mismo por nosotros y por nuestra
salvación.
Que pasen todos un hermoso fin de semana; y no
olviden visitar el Templo, como lo hizo aquella viuda…
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