"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA UNDÉCIMA SEMANA DEL T.O. (1)
Jesús utiliza una palabra para referirse a
estas personas: “hipócritas”. Esta palabra se deriva del griego hypokrites y significa “actor”, es decir, alguien
que representa un personaje en una obra de teatro.
La liturgia sigue llevándonos de la mano por el
“discurso evangélico” (también llamado “discurso inaugural”) de Jesús que
comprende los capítulos 5 y 6 del Evangelio según san Mateo. El discurso
comienza con las Bienaventuranzas y luego pasa a establecer la diferencia entre
la Antigua Alianza fundamentada en la observancia de la Ley, y la Nueva Alianza
que interpreta la misma Ley humanizada con el espíritu de las Bienaventuranzas
las que, a su vez, están fundamentadas en la Ley del Amor.
Es este discurso Jesús nos reitera la primacía
del amor y la disposición interior sobre el formalismo ritual y el cumplimento
exterior de la Ley que practicaban los escribas y fariseos, presentándonos la
justicia del verdadero discípulo como superior a la de aquellos. Para
demostrarlo, en el pasaje que contemplamos hoy (Mt 6,1-6.16-18) utiliza las
tres prácticas penitenciales clásicas de los fariseos, la limosna, la oración y
el ayuno, que se refieren a nuestra relación con nuestro prójimo, con Dios y
con nosotros mismos.
Hoy Jesús nos describe el “cumplimiento”
exterior de los fariseos con las prácticas penitenciales aludidas, señalando
que, por no estar acompañadas de una disposición interior cónsona con los actos
y gestos exteriores, no son agradables a Dios.
Jesús se refiere a aquellos cuya conducta no
guarda relación alguna con lo que hay en sus corazones. Aquellos que aparentan
ser justos, ofrendan (asegurándose de que todos vean la denominación del
billete que echan en la canasta de las ofendas), oran y participan de las
celebraciones litúrgicas y los sacramentos con gran pompa, y se encargan de que
todos sepan cuándo ayunan y hacen otros actos penitenciales, mientras en su
interior están llenos de desprecio, envidias, rencor, soberbia, y hasta
delirios de grandeza, pues gustan de recibir el reconocimiento de todos y hacen
lo indecible para ocupar “puestos” en las comunidades de fe y ministerios
parroquiales. ¿Quién dijo que el fariseísmo había desaparecido?
Jesús utiliza una palabra para referirse a
estas personas: “hipócritas”. Esta palabra se deriva del griego hypokrites y significa “actor”, es decir, alguien
que representa un personaje en una obra de teatro. Esos, nos dice Jesús, no
tendrán recompensa del Padre, porque “ya han recibido su paga” (el
reconocimiento y el aplauso de los hombres). El reconocimiento por parte de los
demás nos podrá llenar de prestigio, de “gloria”, pero se trata de una gloria
terrenal, pasajera, efímera.
Como la Ley del Amor está escrita en nuestros
corazones, es allí donde se cumple, no en los gestos exteriores. Y el Padre,
“que ve en lo escondido”, nos juzgará según lo que hay en nuestros corazones.
Por eso nos reitera que si practicamos la limosna en secreto, si oramos en la
intimidad de nuestro ser, y si ayunamos manteniendo nuestro buen semblante, el
Padre, que “ve en lo secreto” nos recompensará. Porque habremos practicado la
caridad (el Amor) hacia Dios, nuestro prójimo y nosotros mismos; habremos
vivido el espíritu de las Bienaventuranzas.
“Al atardecer de la vida, seremos examinados en
el amor” (San Juan de la Cruz).
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