"Ventana abierta"
Devuelvan al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios…
Diálogos y reflexiones del Evangelio
(Por el Padre José Martínez de Toda, S.J)
Santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17
En
aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a
Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo. Le enviaron,
pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para
que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el
camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie.
Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?” Conociendo
Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan
de sorprenderme? Ensénenme la moneda del tributo”. Ellos le presentaron una
moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Le
respondieron: “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es del
César, y a Dios lo que es de Dios” Palabra del señor.
Diálogos y Reflexiones
1.- ¿Por qué querían los fariseos eliminar a Jesús?
Jesús es una amenaza
para sus intereses. Los fariseos van perdiendo la autoridad de sus enseñanzas
por la mayor autoridad de Jesús (cf.
Mc 1,21-28). Y los herodianos o
partidarios del rey Herodes Antipas también la van perdiendo como gobernantes
por el mensaje repetitivo de Jesús a favor del amor y de los más necesitados.
No faltan entre ellos recaudadores encargados de almacenar el grano de Galilea y
enviarlo con los tributos al César.
Ellos
se odian entre sí, pero aquí se unen contra Jesús, pues lo quieren eliminar.
Ven que aquel Profeta vivía totalmente dedicado, no precisamente al Emperador,
sino a los olvidados, empobrecidos y excluidos por Roma. Por eso se acercan a
Jesús simulando respeto: le llaman “maestro”; le adulan diciéndole: “Sabemos
que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que
te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias”.
En
verdad, sin quererlo, aciertan en lo que dicen. Jesús vive totalmente entregado
a preparar el camino de Dios para que nazca una sociedad más justa.
Y
le hacen una pregunta comprometedora: “¿Es
lícito pagar impuesto al César o no?”
Ellos quieren que
responda directamente SÍ o NO. Cualquiera de las dos respuestas los dejará
felices, pues habrán dejado a Jesús en una mala posición. Si responde “SÍ”,
aparece como amigo del César y, por lo tanto, mal judío. César era odiado por
los impuestos y por su crueldad contra los judíos. Si responde “NO”, aparece
como un agitador y enemigo del César, como los guerrilleros zelotas, y lo
pueden denunciar ante Pilato.
2.- ¿Qué responde Jesús?
Jesús
los desenmascara. Y les dice: “Hipócritas. Enséñenme la moneda del impuesto”.
La moneda decía: “El emperador Tiberio, hijo del divino
Augusto, digno de adoración”.
Era una moneda
blasfema, pues ponía al Emperador como dios, pero los judíos la usaban para su
comercio y sus negocios. Jesús pregunta: “¿De quién son esta cara y esta
inscripción? ¿Del César? Pues devuelvan al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios”.
3.- ¿Qué hay que devolver al César?
La
moneda es un instrumento del gobierno del César. Está disponible para su uso
solamente porque el César ha ordenado su acuñación y su distribución. Es una
parte integral del reino del César. Y todos la compraron para poder
comercializar y hacer negocios. El César exige una contribución por los
servicios que presta, y como reconocimiento a su poder. Si los judíos no pagan
el impuesto, se atienen a las consecuencias: multas, cárcel, muerte. Si aceptan
esas reglas de juego, no queda más remedio que obedecer sus leyes y pagar los
impuestos (ver Romanos 13,1-2).
Jesús no está pensando en Dios y el César como dos poderes que pueden exigir cada uno sus derechos a sus súbditos. Como judío fiel, sabe que a Dios le pertenece “la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué le puede pertenecer al César, que no sea de Dios? Sólo su dinero injusto.
Si alguien vive
enredado en el sistema del César, que cumpla sus obligaciones. Pero si entra en
la dinámica del reino de Dios, ha de saber que los pobres le pertenecen sólo a
Dios, son sus hijos predilectos. Nadie ha de abusar de ellos. Esto es lo que
Jesús enseña conforme a la verdad:
“Devuelvan al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios”.
4.- ¿Qué es de Dios y quién es de Dios?
Nosotros somos de Dios. Somos su imagen. Ninguna autoridad
puede sustituir a la autoridad del mismo Dios. Apostar por lo que es de Dios
exige apostar por los derechos de sus hijos y defender a quienes llevan impresa
su imagen. Es la forma de dar a Dios lo que es de Dios.
Nadie, cerca o lejos de
nosotros, puede ser sacrificado a ningún poder político, económico, religioso
ni eclesiástico. Los humillados por los poderosos son de Dios. De nadie más.
Dios es político y ama la política, cuando es un
servicio para crear un mundo más humano. Pero Dios condena la política cuando
se convierte en poder al servicio de los intereses de quien lo ejerce; y
condena la política que no se pone al servicio de los más desfavorecidos.
Siendo
imagen de Dios, el hombre es su servidor y su encargado de gobernar el mundo y
organizar la sociedad para que todos tengan pan y cultura. Se reconoce, ante
todo y sobre todo, el honor debido a Dios. El hombre sólo debe amar al Altísimo
“con todo su corazón, con toda su alma y con todo su ser”. Y hay que tener
cuidado con no darle al Estado demasiado poder.
5.- ¿Por qué no conviene darle al Estado demasiado poder?
El
poder es peligroso. El enemigo de los derechos del hombre y de la mujer es el
PODER.
Fácilmente
el que tiene poder, tiene el peligro de abusar de él en contra de los derechos
de los demás. Y eso ocurre en todo: en la familia, en la escuela, en la
empresa, en la fábrica, en la Iglesia, en la política…
Los
hombres y mujeres tenemos una gran tendencia a asirnos al poder, a no dejarlo,
sino más bien a tratar de aumentarlo en nuestras manos. Pero cuanto más poder
tenga yo, más tiendo a ignorar los derechos de los demás. El pez grande se come
al pequeño. Es la ley de la selva, el poder de la pistola… “Donde manda capitán,
no manda marinero.”
En
concreto, en la política el Estado es quien tiene el poder. Pero los derechos
del Estado pueden convertirse en abusos. Por eso Jesús plantea el forcejeo
entre los derechos del Estado, y lo que es de Dios. Jesús se mantiene al margen
de la política en cuanto poder, para dejar a otros estructurar la convivencia
dentro de la sociedad. Y eso a pesar de que su proyecto, el Reino de Dios,
tiene repercusiones políticas evidentes, en cuanto promoción del bien común en
la sociedad.
De
esta forma el quehacer político pasa a ser una actividad importante, porque de
ella dependen el bien común, la atención a los desfavorecidos, la convivencia,
la calidad de vida, la libertad, la participación, el desarrollo de las
personas y pueblos. Lo más grande que Dios ha dado al hombre es la libertad. Y
esto, que constituye la personalidad más plena del hombre, su intimidad como
imagen de Dios, no puede prostituirse y entregarse a los poderes de este mundo.
Al
mismo tiempo mis derechos llegan hasta donde tocan los derechos de los demás.
6.- ¿Debe o no debe la Iglesia mezclarse en política?
Es
una pregunta siempre actual lo mismo en tiempo de totalitarismo como de
democracia. Porque sucede que los miembros de la Iglesia son también ciudadanos
con derecho a voz y voto, y pueden reclamar que se respeten los derechos ajenos
y los propios. La Iglesia debe estar lejos de los partidos políticos, pero
presente en la sana política, que busca el bien común, la defensa de los
derechos, la mejora de la sociedad, la defensa de la vida…
7.- ¿Y qué le puedo dar a Dios?
Nada
y todo. Dios no necesita ninguna de las cosas que nos piden los Césares de este
mundo: no necesita votos, ni aplausos, ni impuestos. Sólo me invita a darme a
Él todo entero. San Ignacio lo expresó muy bien así:
“Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Tú me lo diste. A ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo. Dispón de ello según tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que ésta me basta”.
Autor: Padre José Martínez de Toda, S.J, (Para PildorasdeFe.net)
Coordinador del Sector Comunicación de la CPAL (Conferencia de
Provinciales Jesuitas de América Latina) Venezuela.
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