"Ventana abierta"
Miércoles
15 de agosto de 2018, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, Altar de la
Virgen de la Mayor en el transcurso de la catedral de Sigüenza. Año Jubilar de la Catedral de Sigüenza
MISA DE RNE DESDE LA
CATEDRAL DE SIGÜENZA.
HOMILÍA, por Jesús de las Heras Muela, deán de la
catedral de Sigüenza
«Bienaventurada me llamarán todas las generaciones porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es Santo y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación». Bienaventurada, sí, ha
sido y es María Santísima, también a lo largo de los 850 años que cumple
la catedral de Sigüenza, la catedral, el primer templo, «caput et mater omnium
ecclesiarum», de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.
Bienaventurada, alabada, invocada y amada, has sido, eres y
deberás seguir siendo, queridísima Madre María, en esta ciudad de
Sigüenza bajo títulos y advocaciones como la Antiquísima, la Virgen de Medina,
Nuestra Señora de los Huertos, la Virgen de la Estrella, Nuestra Señora del
Arrabal y del Dulce Nombre, la Virgen del Rosario, la Madre de la Misericordia,
la Virgen de los Desamparados, de los Dolores, de la Soledad y de la Alegría,
Nuestra Señora de la Salud de Barbatona o la Virgen de la Mayor, en cuyo
bellísimo ámbito catedralicio del trascoro celebramos y transmitimos por RNE
esta eucaristía festiva y gozosa en la solemnidad de tu Asunción, título
patronal, además, de nuestra catedral y de nuestra diócesis.
Bienaventurada eres, sí, María Santísima, al hacer también
memoria agradecida e interpeladora de los 850 años de la catedral seguntina, conmemorados
desde el pasado 19 de junio y hasta la misma fecha de 2019, con un año jubilar
concedido por el Papa Francisco.
Tu bienaventuranza, María, ha de ser para nosotros ocasión
renovada para reavivar nuestra fe y nuestro compromiso cristiano, para ser
fieles a nuestras tan hondas raíces cristianas y marianas, para
testimoniar, con nuestras vidas y obras, como hiciste tú, Madre María, en toda
tu existencia, como acabamos de escuchar en el Magníficat, texto evangélico
recién proclamado, que el nombre de Dios es grande. Qué Él, nuestro Dios
y tu Dios, el Dios de los cristianos, es grande, sí, es amor, es bondad, es
belleza, es paz, es bienestar, es libertad, es prosperidad, es solidaridad, es
justicia, es desarrollo humano integral para todos, comenzando por los
pobres, los enfermos, los ancianos, los parados, los drogodependientes,
los refugiados, los inmigrantes, los vagabundos, los sin techo y los
excluidos y preteridos.
Bienaventurada, eres, sí, María Santísima, porque con tu
Asunción gloriosa en cuerpo y alma a los cielos –la fiesta que hoy nos congrega
y que llena de fiesta y alegría el corazón de toda la Iglesia y de la
humanidad de bien- nos demuestras que la vida merece ser vivida haciendo el
bien y esforzándonos, como tú, en escuchar la Palabra de Dios y en servir a los
demás, singularmente a los más necesitados en el cuerpo y en alma. Que hay Vida
después de la vida.
Que no somos mera materia, pasto de las llamas, de la
corrupción del sepulcro, del olvido y de la nada. Que todo puede y debe acabar
bien.
Que el amor y la bondad de nuestro Dios es tan grande que
con tu Asunción nos enseña y nos muestra el camino: el camino del cielo. Camino
del cielo, que no puede esperar, pero que solo se gana y se labra en la tierra,
en el afán nuestro de cada día que fragua el rostro de la eternidad, y lo hace
a través de la vida sacramental y de piedad, del cultivo de virtudes esenciales
como la caridad, la humildad y la esperanza, de la inserción eclesial y
del apostolado generoso y fiel; a través, en suma, del desarrollo de la
vocación a la santidad que todos, como tú, santa entre los santos, hemos
recibido de nuestro bautismo, tal y como acaba de recordarnos el Papa
Francisco en su preciosa exhortación apostólica Gaudete et exsultate.
Bienaventurada eres, sí, María Santísima, porque con tu
Asunción te conviertes, como reza el prefacio de la liturgia eucarística de
hoy, en la figura y en la primicia de la Iglesia –esto es, pastores y
fieles; esto es, todos los bautizados- que un día ha de ser glorificada.
Porque con tu Asunción te conviertes, sí, en ejemplo de esperanza segura
y de firme consuelo para todo el pueblo santo de Dios peregrino.
Bienaventurada eres, en suma, María Santísima de la
Asunción, porque tu vida y el testimonio que de ti ha hecho y ha dado el
pueblo cristiano, de generación en generación, es una prueba irrefutable de que
Dios existe y es santo, y es grande, y es amor. Y nada ni nadie merecen más la
pena que Él y que permanecer y crecer en su Iglesia para el servicio y la
contribución a una humanidad mejor, que adelante y prefigure, como
acontece con tu Asunción, los cielos nuevos y la tierra nueva.
Y como, humildemente, acontece también con esta catedral de
Sigüenza, cuyos 850 años de historia, son asimismo un Magníficat, un Magníficat
especialmente dirigido a Él, al Dios del amor y de la vida, y a ti, queridísima
Madre María, Nuestra Señora de la Mayor de Sigüenza, Virgen Santísima de la
Asunción. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario