"Ventana abierta"
DOMINGO DE LA XX SEMANA (B)
19 agosto, 2018
Lectura del
santo evangelio según san Juan (6,51-58):
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»
En aquel
tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para
la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne
y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha
enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Comentario
Vivirá
para siempre.
Se
le atribuye a San Francisco de Asís la súplica por la que: “Señor que no
necesite nada, y lo que necesite lo necesite poco”.
Solo un hombre acostumbrado a vivir en el constante agradecimiento a Dios es
capaz de vivir sin estar atento a las “necesidades”.
En los años 80 se emitía la serie “autopista hacia el cielo”, en ella Michael
Landon hacía de Ángel de la guardia en cada episodio semanal. Hoy la generación
Netflix no tiene la paciencia de esperar una
semana, prefiere devorar la temporada completa en el menor tiempo posible,
impidiendo con ello disfrutar del debate semanal de cada capítulo, y con ello
la socialización de la semana.
Al igual que con las series de televisión, ocurre
con los amigos, con la familia, con el trabajo, con la vida. No queremos
respetar los tiempos, no podemos tener paciencia y saber que cada cosa requiere
su esfuerzo. Buscamos atajos en los afectos, atajos en el trabajo y la riqueza,
atajos en las relaciones, atajos… Que no siempre nos llevan a la meta que
buscamos sino a lugares insospechados.
Con
Cristo nos pasa igual, agobiados con nuestras necesidades, olvidamos que es
Jesús quien se entrega en cuerpo y sangre SIEMPRE y aún así le pedimos que
haga, que diga, que solucione, en definitiva que nos muestre atajos para
ahorrarnos necesidades que no nos hacen disfrutar.
Pero
de tanto consumir, tanto entretener, tanto ocuparse, y tanto perderse…acabamos
sin valorar las riquezas que tenemos y al final olvidamos el tesoro que Dios
nos da. Y es que para colmo, si hacemos eso con Dios, ¿qué no haremos con el
resto?
Pues lo que estamos haciendo, consumirlos hasta que salga la siguiente
temporada o la siguiente serie.
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