"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
MARTIRIO DE JUAN
BAUTISTA
1 En aquel tiempo se enteró el tetrarca
Herodes de la fama de Jesús,
2 y dijo a sus criados: « Ese es Juan el
Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas
milagrosas. »
3 Es que Herodes había
prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de
Herodías, la mujer de su hermano Filipo.
4 Porque Juan le decía: «
No te es lícito tenerla. »
5 Y aunque quería matarle,
temió a la gente, porque le tenían por profeta.
6 Mas llegado el cumpleaños
de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a
Herodes,
7 que éste le prometió bajo
juramento darle lo que pidiese.
8 Ella, instigada por su
madre, « dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista ».
9 Entristecióse el rey,
pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese,
10 y envió a decapitar a
Juan en la cárcel.
11 Su cabeza fue traída en
una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre.
12 Llegando después sus
discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús. (Mt.
14, 1-12)
La verdad siempre será perseguida por el “príncipe de la
mentira”. Él trabaja en el mundo moviendo las pasiones de los hombres para que
acosen la verdad hasta, si pueden, destruir al que la defiende.
La verdad tuvo el precio de la vida en Juan Bautista,
como en tantos mártires y testigos de la misma. Y la Verdad es Jesús que fue
perseguido hasta entregar su vida. “Si a mí me han perseguido, también a
vosotros os perseguirán”.
Juan Bautista es el primer testigo de la Verdad y
precursor de Jesús hasta en su martirio. Como Jesús, “no abrió la boca, como
cordero llevado al matadero y como oveja ante el esquilador enmudeció y no
abrió la boca”. El discípulo Juan Bautista no fue mayor que su Maestro. Desde
que manifestó a Jesús en el Jordán, sabía que tenía que menguar porque Él no
era el Mesías. Sólo había sido enviado por delante para señalarlo ante el
pueblo de Israel.
Cuando Juan cumplió fielmente su misión y no antes, los
soberanos y poderosos de su tiempo lo quisieron hacer enmudecer, porque su
palabra denunciaba sus vicios y pecados. Primero Herodes, por instigación de su
mujer adultera, lo hizo encarcelar en la fortaleza de Maqueronte, “cueva de
bandidos” y nido de todos los vicios y aberraciones de Herodes y sus secuaces.
Allí sufrió Juan Bautista una noche espantosa de soledad y miseria y todo por
ser discípulo de la Verdad. ¡Él, que no conoció en su vida más que horizontes
de luz y hombres que deseaban, de verdad, convertirse a Dios!
Sus dudas y angustias, en lo oscuro de su espíritu, le
hizo enviar a Jesús a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿eres Tú el que
ha de venir, o tenemos que esperar a otro?” Y Jesús les envía a Juan contándoles
las curaciones de los enfermos y la Buena Nueva a los pobres. Este es un texto
de Isaías al hablar del Mesías… Juan Bautista debió de tranquilizarse… Y en
este abandono, como un niño en las manos de Dios, encontró la muerte a manos de
unos malvados: Herodes y Herodías y una joven frívola y libertina que pidió su
ejecución... Pero la voz y la vida de Juan Bautista quedaron siempre en el alma
del pueblo de Israel, como “el hombre más grande nacido de mujer”…
¡Dios sea bendito por su fiel testigo!
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