"Ventana abierta"
Reflexión
Los Bartimeos de hoy
Llegaron a Jericó.
Más tarde, cuando Jesús salía del allí acompañado por sus discípulos y por
bastante gente, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Cuando se
enteró de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, se puso a gritar: ¡Hijo de
David, Jesús, ten compasión de mí!
Muchos lo reprendían para que se callara. Pero él gritaba más todavía:
¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: llámenlo. Llamaron
entonces al ciego, diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama.
Él, arrojando su manto, se levantó rápidamente y se acercó a Jesús. Jesús
dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó:
Maestro, que recupere la vista. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al
momento recuperó la vista y lo seguía por el camino. (Marcos 10, 46 – 52)
Bartimeo clamó a Jesús que tuviera compasión de él, bien dice Mateo 12,
34: “de la abundancia del corazón, habla la boca”. No clamarías al Señor si tu
corazón no estuviera abierto a Él.
Muchos querían hacer que Bartimeo se quedara callado, pero a pesar de eso
Jesús lo escucha; así sucede contigo, el mundo busca callar tu clamor al Señor,
busca impedirte un encuentro vivo y personal con Él. Jesús así como con
Bartimeo, sin importar los cantos del mundo, escucha tu llamado porque para Él
es especial, ya que un corazón que lo busca y lo anhela, Él no lo desprecia así
que te llama, sale a tu encuentro y se queda contigo.
Bartimeo al escuchar que Jesús lo llama, se levanta y hace algo muy
inusual y que quizá para muchos, pasa desapercibido; ARROJA SU MANTO y se
acerca a Jesús y despoja así de su viejo yo, lo cual es el llamado al que
Cristo nos invita, a despojarnos de los trapos viejos y a revestirnos de su
Gracia Santificadora.
Jesús atiende el llamado de los que lo invocamos, pues para Él todos somos
valiosos; no se fija más que sólo en nuestro corazón.
Como Bartimeo, dejamos de ser Ciegos hasta que conocemos a Jesús; “Para
que Abran sus ojos y se conviertan de las tinieblas a la Luz; de la potestad de
satanás a Dios, para que Reciban por la fe que es en Mí, el perdón de sus
pecados y la herencia de los Santos” (Hechos 26, 18).
Sólo el Señor puede dar luz a la vida, sólo el reunirse, encontrarse,
estar con Él, puede hacer que nuestra alma reciba su vista, pierda su ceguera y
solo su morada en nosotros, su estancia en nuestro corazón puede vivificarnos y
hacernos brillar. Ser la luz en la oscuridad.
Quizá en este momento, te pueden encontrar con mil y una dudas, así como
pudo haber estado Bartimeo antes de clamar a Jesús, pero si él no hubiera clamado
a Jesús y tenido un encuentro cara a cara con Él, se hubiera quedado ciego para
toda su vida.
Si bien es cierto, Jesús en su vida pública, no sanó a todos los ciegos
que había en ese entonces, pero sí sanó a todos los que lo buscaron, a los que
clamaron a Él y pidieron ser sanados y recibir la vista.
Él sólo quiere como cada día que pasa junto a Ti y espera, que tú quieras
llamarle, invitarle y abrirle la puerta de tu corazón y hacerlo el Señor de tu
vida. Quiere que como Bartimeo, no te encierres en tus dudas del qué dirán si
lo hago el Señor de mi vida, ni que te quedes callado, ni siquiera encadenado a
tu pasado, cualquier momento es el momento de clamar al Señor, llamarlo e
invitarlo a que entre en tu corazón y rompa las cadenas que te atan y te hacen
un esclavo más del mundo.
Clama como Bartimeo: “Jesús ten compasión de mí” Y Él te escuchará, se
detendrá, te llamará por tu nombre y se quedará contigo. “Mira que estoy a la
puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con
él, y él conmigo” (Apocalipsis 3, 20).
Tan sólo ten Fe, esa es la llave que abre la puerta de tu corazón a la
promesa que tiene Jesús para ti, y ten Paciencia que es lo que la mantiene
abierta hasta que ésta se cumpla.
Artículo
escrito por católico con acción David López
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