"Ventana abierta"
3 de junio, festividad del Corpus Christi, Día de la
Caridad 2018
Los obispos de
la Comisión Episcopal de Pastoral Social hacen público el mensaje con motivo de la celebración
de la festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad. Esta jornada se celebra el 3 junio con el lema, “Compromiso
social y caridad transformadora”.
“Compromiso social y caridad transformadora”
La
Solemnidad del Corpus Christi nos invita a contemplar y celebrar el gran don de
la presencia real de Cristo vivo entre nosotros en su cuerpo entregado y en su
sangre derramada para la vida del mundo. 1.
De manera
muy especial, es una llamada a entrar en el misterio de la Eucaristía para
configurarnos con él. Este misterio, en palabras de Benedicto XVI, “se
convierte en el factor renovador de la historia y de todo el cosmos [pues], en
efecto, la institución de la Eucaristía muestra cómo aquella muerte, de por sí
violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un supremo acto de amor y de
liberación definitiva del mal para la humanidad”. 2.
A la luz de
este misterio de amor renovador, liberador y transformador, que es la
Eucaristía, invitamos a todos los cristianos, en particular a cuantos trabajáis
en la acción caritativa y social, a un compromiso que sea liberador, que
contribuya a mejorar el mundo y que impulse a todos los bautizados a vivir la
caridad en las relación con los hermanos y en la transformación de las
estructuras sociales.
Tu compromiso mejora el mundo
Transformados
interiormente por la contemplación del amor incondicional de Jesucristo, que
entrega su vida para liberarnos del mal y hacernos pasar de las tinieblas a la
luz, de la muerte a la vida, queremos recordar a todos y cada uno de los
cristianos, así como a los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran escucharnos,
el mensaje de la campaña institucional de Cáritas: “Tu compromiso mejora el
mundo”. 3.
Somos conscientes
de que, hoy, no está de moda hablar del compromiso. Es más, para muchos, en
esta cultura de lo virtual, de lo inmediato y pasajero, la preocupación por los
demás se considera como algo trasnochado. Sin embargo, el compromiso en favor
de los más débiles y por la transformación del mundo, es la más noble expresión
de nuestra dignidad, de nuestra responsabilidad y solidaridad.
Para los
cristianos, el compromiso caritativo y social, el ser con los demás y
totalmente entregado a ellos, camina en paralelo con nuestra configuración con
Cristo. Se trata de un compromiso que nace de la fe en la Trinidad. Los
cristianos creemos en un Dios, que es Padre, que ama incondicionalmente a cada
uno de sus hijos y les confiere la misma dignidad; un Dios Hijo que entrega su
vida para liberarnos del pecado y de las esclavitudes cotidianas, haciéndonos
pasar de la muerte a la vida; un Dios Espíritu que alienta el amor que habita
en cada ser humano y nos hace vivir la comunión con todos, tejiendo redes de
fraternidad y de solidaridad al estilo de Jesús, que “no vino a ser servido,
sino a servir y dar su vida en rescate por todos”(Mt 20,28). Desde esta
configuración con Cristo, os proponemos un cuádruple compromiso:
1. Vivir con
los ojos y el corazón abiertos a los que sufren: Hemos de
abrir los ojos y el corazón a todo el dolor, pobreza, marginación y exclusión
que hay junto a nosotros. Convivimos con una cultura que ignora, que excluye,
oculta y silencia los rostros del sufrimiento y la pobreza. Sin embargo, no
podemos ignorarlos. Como dice el papa Francisco, “la pobreza nos desafía todos
los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la
opresión (…), el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio, la miseria y
la migración forzosa”. 4.
Este desafío resulta “cruel”, cuando
constatamos que estas situaciones no son el fruto de la casualidad, sino la
consecuencia de la injusticia social, de la miseria moral, de la codicia de
unos pocos y de la indiferencia generalizada de muchos.
2. Cultivar un
corazón compasivo: La multiplicación y la complejidad de los problemas pueden saturar
nuestra atención y endurecer nuestro corazón. Frente a la tentación de la
indiferencia y del individualismo, los cristianos debemos cultivar la compasión
y la misericordia, que son como la protesta silenciosa contra el sufrimiento y
el paso imprescindible para la solidaridad.
3. Ser capaces
de ir contracorriente: Esta invitación al compromiso no es algo superficial o periférico.
Pone en juego dimensiones tan hondas como la propia libertad. En la vida,
podemos seguir la corriente de quienes permanecen instalados en los intereses
personales y pasajeros o podemos vivir como personas comprometidas al estilo de
Jesús, actuando contracorriente y poniendo los medios para que los intereses
económicos no estén nunca por encima de la dignidad de los seres humanos y del
bien común.
4. Ser sujeto
comunitario y transformador: Los cristianos estamos llamados a ser agentes de
transformación de la sociedad y del mundo, pero esto sólo es posible desde el
ejercicio de un compromiso comunitario, vivido como vocación al servicio de los
demás. Esto quiere decir que hemos de poner todos los medios a nuestro alcance
para la creación de comunidades, que sean signo y sacramento del amor de Dios.
Comunidades capaces de compartir y poner al servicio de los hermanos los bienes
materiales, el tiempo, el trabajo, la disponibilidad y la propia existencia.
Comunidades capaces de poner a la persona en el centro de su mirada, palabra y
acción.
La caridad es transformadora
Para todos
aquellos que trabajan en el ámbito de la acción caritativa y social de la
Iglesia, este compromiso transformador se hace todavía más urgente al tomar
conciencia de la fuerza transformadora de la caridad. La doctrina social de la
Iglesia habla permanentemente de ella.
Recordemos
un texto antológico del papa Francisco: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de
la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y
quiere responde a él con todas sus fuerzas. En este marco se comprende el
pedido de Jesús a sus discípulos:
“¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37)
Lo cual implica tanto la cooperación para
resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo
integral de los pobres como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad
ante las miserias muy concretas que encontramos» (EG, nº 188). De acuerdo con
estas enseñanzas del Santo Padre, podemos concluir que la acción caritativa no
es mera asistencia. La caridad, además de ofrecer los gestos más simples y
cotidianos de solidaridad, promueve el desarrollo integral de los pobres y
coopera a la solución de las causas estructurales de la pobreza.
Los obispos
españoles también hemos insistido en esta dimensión transformadora de la
actividad caritativa y hemos manifestado que «nuestra caridad no puede ser meramente
paliativa, debe ser preventiva, curativa y propositiva. La voz del Señor nos
llama a orientar toda nuestra vida y nuestra acción desde la realidad
transformadora del reino de Dios». 5.
Esto implica
desenmascarar la injusticia por medio de la denuncia profética, socorrer al
necesitado mediante la asistencia y colaborar en la organización de estructuras
más justas por medio de la transformación social.
Pidamos al Espíritu una mística social transformadora
En la
plegaria eucarística hay dos momentos especialmente significativos en los que
se manifiesta la fuerza transformadora de la Eucaristía. Son las dos “epíclesis”
o invocaciones al Espíritu Santo que hacemos en la celebración eucarística. En
la primera pedimos al Padre que envíe su Espíritu para que el pan y el vino se
conviertan en el cuerpo y la sangre del Señor. En la segunda, invocamos la
acción del Espíritu sobre la comunidad eclesial para que sea una sola cosa en
Cristo y haga así posible la salvación de los que participan de ella. En ambas
epíclesis los cristianos expresamos el dinamismo transformador que encarna la
celebración eucarística y descubrimos la necesidad de ser instrumentos de
renovación del cosmos y de la humanidad, desde la comunión con Cristo. Pidamos,
hoy, al Espíritu Santo que esta mística social y transformadora de la
Eucaristía nos ayude a comprometernos en la transformación del mundo y en la
promoción de una caridad transformadora en todas nuestras organizaciones
caritativas y sociales. Sabemos que la tarea no es fácil, pero la caridad no
está para dejar las cosas como están ni consiste en hacer lo que siempre se ha
hecho en el campo social. La caridad denuncia la injusticia y promueve el
desarrollo humano integral, nos impulsa a la conversión de nuestros criterios y
actitudes, de nuestra manera de pensar y de actuar, para colaborar con el Señor
en el acompañamiento a las personas y en la transformación de las estructuras
que generan pobreza, discriminación y desigualdad.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
Social
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