"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Manuel Enrique Figueroa
SINDEMIA Y VACUNAS, ¿DÓNDE ESTÁ
LA FRATERNIDAD UNIVERSAL?
La semana pasada terminamos la serie de
contribuciones dedicadas a la Carta Encíclica Fratelli Tutti, una llamada del
Papa Francisco a la fraternidad universal. El documento, ya lo hemos destacado,
debería ser leído por todos los que tienen poder político, económico y
financiero, es decir, aquellos que mueven la realidad del mundo desde el punto
de vista material. Desde hace un año vivimos una oscura pandemia. La pandemia
es la propagación mundial de una nueva enfermedad a través de varios países o
continentes que afecta a un gran número de personas. Por ello, un brote viral
podría ser considerado como pandemia si es marcadamente diferente de las cepas
que han circulado recientemente, y si los seres humanos tienen poca o ninguna
inmunidad con respecto al mismo y se extiende por muchos países.
En estos tiempos difíciles, la fraternidad
universal debería ser la inspiración para las acciones de impacto global. En el
mundo hay mucha biofilia que podemos identificar como amor a la vida, de amor
al prójimo, un escenario de fraternidad universal y búsqueda del bien común al
prójimo, pero también hay abundante manifestación de necrofilia, de negación
del amor al prójimo, a la fraternidad y al bien común, de acuerdo con el
concepto emanado de Erich Fromm, y lo hemos podido ver en los pasados meses de
la primavera y verano de 2020 en relación material imprescindible para salvar vidas,
sobre el que pudo haber actuaciones especulativas.
Esta pandemia, en realidad, es sobre todo una
sindemia. La revista The Lancet, asegura que la enfermedad
denominada Covid-19 no es una pandemia, sino una sindemia, y lo hace al
analizar dicha enfermedad desde un enfoque biológico y social. Desde el
punto de vista clínico, una sindemia es la suma de dos o más epidemias, o brotes
de enfermedades concurrentes o secuenciales, en una población con interacciones
biológicas, que exacerban el pronóstico y carga de la enfermedad. Nos interesa
destacar el aspecto social. Las sindemias se desarrollan bajo inequidad
sanitaria y social, causada por la pobreza, el estrés o la violencia
estructural, y son estudiadas por epidemiólogos y antropólogos médicos
interesados en la salud pública, la salud comunitaria y los efectos de las
condiciones sociales en la salud. Esta tragedia que vive el planeta ha causado
la muerte al 0,03% de sus habitantes, habiéndose contagiado de la enfermedad el
1,38% de la población total del planeta. El país más afectado es Estados
Unidos, con más de 26,5 millones de contagiados y algo
más 450.000 fallecimientos, le sigue India, con más de
10,7 millones de casos y 154.000 muertes, y Brasil, con
9,3 millones de diagnosticados y por encima de las 227.000 muertes.
España está por encima de las 60.370 muertes y más de 2.800.000 casos
positivos. Una gran tragedia sanitaria que está acarreando un gran sufrimiento
económico y social. Las emergencias de la salud pública siempre han tenido en
la historia graves consecuencias.
En los medios de comunicación social vivimos en esos momentos una avalancha de noticias sobre las vacunas. Parece aceptado que la solución al problema de la pandemia son las vacunas. Pero no olvidemos su carácter sindémico, es decir, su incidencia en los más pobres, desvalidos y necesitados. ¿Cómo afrontaremos este problema? ¿Volverán a ser los que menos tienen los más afectados? ¿Dónde está la fraternidad universal por la que clama el Papa Francisco? ¿Habrá una distribución solidaria de vacunas en el mundo? ¿Cómo se afrontará el hundimiento económico de muchos países? Posiblemente, la distribución desigual de las vacunas entre los dos mundos, el de los ricos y el de los pobres, podría implicar, de acuerdo con los expertos, una mayor propagación y, eventualmente, una mayor capacidad de mutación. Son muchas las preguntas todavía. Pero hay una realidad, lo que está ocurriendo con las vacunas no debería ocurrir. Los que menos tienen vuelven a ser los que más sufren, en el mundo menos desarrollado y también en el más desarrollado. Estamos lejos de la fraternidad universal que desarrolla el Papa Francisco en la Carta Encíclica Fratelli Tutti.
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