"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
¿SABÍAS QUE…
...DOMINGO FUE OKUPA?
-Nota previa:
Pensaba comenzar este artículo con la famosa frase:
“como decíamos ayer”… y continuar como si nada hubiese pasado... Pero, bueno,
tras prácticamente dos meses de silencio, tampoco me parecía elegante; ¡os debo
como mínimo una explicación!
Lo cierto es que este último tiempo vi necesario cerrar
esta sección debido a unos cuantos proyectos que se me acumularon y que
necesitaban un extra de tiempo y atención. Vamos, que no llegaba a todo…
Gracias a Dios, ¡ya está resuelto y estamos de vuelta! (Espero de ahora en
adelante organizarme un poquito mejor…)
Y, bueno, sinceramente, en esta temporada también ha
habido detalles muy bonitos… Quiero aprovechar para agradecer a Carmen, Curro,
Ro y a todos los que de un modo u otro me habéis hecho llegar… ¡que echabais de
menos las aventuras de santo Domingo! Muchísimas gracias por vuestro apoyo y
preocupación (sí, sí... mamá, papá, vuestro interés y ánimo también son muy
importantes para mí...), ¡que el Señor os lo pague!
Así pues, aquí volvemos, con entusiasmo renovado, a
nuestra cita de los 8 y 24 de cada mes, ¡¡esperando seguir disfrutando de
Domingo y, muy especialmente, de Jesucristo!!
Sin más preámbulos, ¡que la historia continúe!
¿SABÍAS QUE… DOMINGO FUE OKUPA?
En el artículo anterior (ejem, ejem…) dejamos a nuestro
amigo castellano completamente solo en tierras francesas. Repasemos las últimas
jugadas: el obispo Diego había vuelto a su diócesis, Osma, para ver cómo
andaban las cosas por allí; y el bueno de Raúl, gran compañero y amigo, no
había superado el invierno… y ahora intercedía por Domingo desde el Cielo.
En cuanto al resto de miembros de los equipos de
predicación, visto cómo se iban desarrollando las cosas, habían hecho mutis por
el foro. Unos cuantos volvieron a sus monasterios, deseando tener la fiesta en
paz… y otros tantos se habían lanzado a resolver las diferencias con los
herejes a fuerza de espadas y flechas. Argumentación contundente, que dirían
ellos.
En fin, lo dicho, Domingo se quedó más solo que la una.
Pero, cuando todo le invitaba a tirar la toalla, nuestro
amigo decidió continuar con el plan que habían trazado, ¡sin importarle las
condiciones! Así pues, puso rumbo a Fanjeaux.
En aquel entonces, Fanjeaux era una pequeña ciudad
fortificada, al estilo de todas las de la zona: un castillo, gruesas murallas,
casas apretujadas… y herejes. Eso era lo que había en Fanjeaux. Una mogollonera
de cátaros campando alegremente por sus calles. Tal es así, que muchos
consideraban a esta pequeña ciudad como una de las “capitales” de la herejía.
Domingo callejeó por entre las pequeñas casuchas de la
ciudad. Los vecinos fingían no prestarle atención, pero disimuladamente le
observaban. Las ropas de Domingo hablaban antes que sus labios: ese hábito, esa
capa… no había duda: ese hombre era sacerdote católico. ¿Qué suponía que iba a
hacer allí?
Finalmente, nuestro amigo dio con la desvencijada
iglesia, abandonada hacía tiempo. Y, tras encomendarse al Señor, en pie, en
mitad de la plaza, se puso a predicar a voces.
La mal aparentada indiferencia dio paso a la abierta
curiosidad. Algunos se detuvieron a escucharle, entre ellos, algunos cátaros de
los más comprometidos, ¡que rápidamente dieron la voz de alarma a los
perfectos!
En un santiamén se presentó allí un equipo completo
dispuesto a discutir con el recién llegado. El objetivo era reducirle y echarle
lo más rápidamente posible, de preferencia con discreción… pero Domingo se
defendía con argumentos sólidos y no parecía dispuesto a marcharse de ninguna
manera. Así pues, lo que consiguieron fue un barullo de los buenos: en un
segundo la plaza estaba a reventar, con todo el pueblo coreando la disputa. Un
desastre. Al caer la noche, la ciudad entera se hacía bocas del extranjero
recién llegado, capaz de hacer frente a los grandes perfectos cátaros sin vacilar…
Más aún: las gentes comentaban que, cuando se disolvió
la disputa porque se hacía tarde, aquel predicador, que parecía tan digno, tan
noble al hablar… se había envuelto en su capa, dispuesto a dormir junto a la
puerta de la iglesia. Y es que… ¡no llevaba ni una moneda para conseguir comida
o alojamiento!
En este momento, los cotilleos entre vecinas alcanzaban
el punto álgido. Porque la historia no terminaba ahí. Al parecer, alguien se
había compadecido del extranjero… (¿quizá el Señor le había tocado el corazón
con la predicación de Domingo?); el hecho es que le había ofrecido una
habitación… ¡y había aceptado! ¡¡Aquel sacerdote peregrino tenía intención de
quedarse!! Pero, ¿por qué? ¿Cuánto tiempo estaría? ¿Qué pretendía?...
En fin, dejemos a las buenas señoras seguir con los
rumores… pero, sí, efectivamente, alguien sintió lástima de nuestro noble
castellano, y decidió tenderle una mano. Claro que aquellas gentes no nadaban
en la abundancia… Esa persona, desconocida para la Historia, tenía un lugar
abandonado que podía ofrecerle. Se trataba de cuartucho de mala muerte,
miserable, pequeño y frío, equipado únicamente con un hornillo donde hacer el
pan y calentarse un poco. Bueno, también tenía puerta… y ventana… y un tejado
con goteras… ¿Cama? Er, no, eso no… ¡pero tenía suelo! Parece poco, pero es
mucho mejor que dormir sobre barro…
Las condiciones de aquel cuarto no es que fuesen las
mejores del mundo, pero, en la situación de Domingo, ¡aquello era un palacio!
¡Nuestro amigo estaba feliz! ¡No necesitaba más! Inmediatamente aceptó la
propuesta y este fue el modo como, en esa habitación abandonada, nuestro
fundador se convirtió en okupa… eso sí, un okupa amigablemente invitado.
Han pasado muchos años desde entonces (¡ocho siglos,
nada menos!). De las casas ricas y nobles, así como de las casas más humildes
del Fanjeaux de aquel momento, apenas queda un recuerdo. El tiempo las ha ido
borrando todas implacablemente. Todas… menos aquel aposentillo sin importancia.
Ese pequeño cuarto se convirtió en la casa de un santo, ¡y a día de hoy se
puede seguir visitando!
PARA ORAR
-¿Sabías que… Cristo también quiere ser okupa?
Sí, pero también al estilo de Domingo: solo entra si es
invitado. ¡Esa es su única condición! ¡Ser invitado, nada más!
Jesús no quiere palacios ni grandes mansiones, ¡pero
desea ardientemente llegar a esa habitación interior que es tu corazón!
¿Dices que es pequeña, que está sucia, que tiene
goteras…? ¿Y qué más da? Cristo no va a rechazarte por eso, ¡te ama como eres,
como estás! ¡No tienes que ser diferente para que te quiera!
Basta con que le abras la puerta… y comienzan los
milagros. Los santos no están hechos de un barro diferente al tuyo o al mío. El
aposentillo de Fanjeaux ha saltado a la Historia no por lo grandioso que era,
sino por el gran hombre que vivió en su interior. ¿Y tú? Quien quiere vivir en
tu alma es el hombre más grande de la Historia, y que, además, pagó con Su
sangre por tu felicidad… ¡en Él está tu valor y tu grandeza!
“¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo? Él habita en vosotros, porque lo habéis recibido de Dios. Y no
os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio…” (1 Co 6, 19-20).
VIVE DE CRISTO
Pd: PARA SABER MÁS
Ya que Domingo ha decidido hacer una parada, yo he aprovechado para echar la
vista atrás y repasar todo el camino que llevamos hasta aquí, ¡y ya es mucho!
Por si quieres revisarlo conmigo, aquí te dejo mis apuntes. Espero que los
disfrutes, ¡y a coger fuerzas para continuar nuestro viaje!
https://www.dominicaslerma.es/vivedecristo/sabias-que/
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