"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
MIÉRCOLES DE CENIZA
“Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” .
Hoy celebramos el
miércoles de ceniza, que marca el inicio de ese tiempo “fuerte” que llamamos
Cuaresma, durante el cual la Iglesia nos invita a la conversión para
prepararnos dignamente a celebrar o, mejor dicho, vivir el Misterio Pascual
(la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús). La palabra “conversión” resonará
durante todo este tiempo vigoroso, comenzando con el rito austero de la
imposición de la ceniza que forma parte de la celebración litúrgica para hoy,
cuando al imponérsenos la ceniza en la cabeza se nos dice: “Conviértete y cree
en el Evangelio” (Cfr.
Mc1,15), o “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” (Cfr. Gn 18,27), invitándonos de
ese modo a reflexionar sobre la caducidad y fragilidad de nuestra vida y la
necesidad de conversión.
Ya el año pasado compartimos con ustedes una reflexión sobre las lecturas
que la liturgia nos ofrece para este día, a la cual les remitimos e
invitamos a meditar. Hoy compartiremos con ustedes unas breves notas sobre el
significado de la ceniza y el origen de esta práctica.
La palabra ceniza viene del latín “cinis” y designa lo que queda luego de
quemar algo. De ese modo adquirió desde la antigüedad un sentido simbólico de
muerte y caducidad, que se convirtió también en una forma de mostrar
públicamente luto y arrepentimiento o penitencia. Así, por ejemplo, vemos cómo
en tiempos de Jonás el rey de Nínive se sentó sobre ceniza para significar su
conversión (Jon 3,6). Igualmente encontramos a Daniel vestido de saco y sentado
sobre cenizas (Dn 9,3) mientras suplicaba el perdón de Yahvé a nombre del
pueblo de Judá (ver además, Jdt 4,11; Jr 6,26).
El uso de la ceniza en la Iglesia al comienzo de la Cuaresma se remonta a
sus primeros siglos, cuando se acostumbraba que los penitentes hicieran
penitencia pública durante la Cuaresma salpicándoseles con ceniza en la cabeza
y vestidos de saco hasta el Jueves Santo, cuando se reconciliaban con la
Iglesia. Hacia el siglo X, al caer en desuso la penitencia pública, la Iglesia
conservó el rito sustituyendo la práctica por la colocación de un poco de
ceniza en la cabeza de los feligreses el primer día de la Cuaresma, que ya
desde el siglo VII era el miércoles antes del primer domingo de Cuaresma (para
lograr cuarenta días de ayuno, ya que los domingos no se ayuna).
En la actualidad, se dibuja una cruz en la frente de los feligreses con la
ceniza que se obtiene al quemar las palmas usadas en la celebración del Domingo
de Ramos del año anterior. Este año el Papa ha dispuesto que ese gesto se
sustituya por dejar caer ceniza sobre la cabeza del feligrés.
Que al recibir la ceniza en la frente en el día de hoy, resuene en nuestras almas la invitación de Dios por voz del profeta Joel en la primera lectura: “Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas (Jl 2,12-13).
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