"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA PRIMERA
SEMANA DE CUARESMA
“Amad a vuestros enemigos y rezad por los que
os persiguen”.
“Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto”. Con esa frase pronunciada por Jesús termina la lectura evangélica
que la liturgia nos propone para hoy (Mt 5,43-48). Y esa perfección se
manifiesta en el amor que Dios prodiga a toda la humanidad, sin distinción, aún
sobre los que no le conocen, aquellos que lo ignoran, aquellos que lo odian.
Esa es la medida que se nos exige. ¡Uf!
“Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo’
y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y
rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en
el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a
justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?
¿No hacen lo mismo también los publicanos?”
La ley del amor. Jesús la repite sin cansancio.
No podemos acercarnos a Él sin toparnos de frente con ese mensaje. Jesús nos
ofrece la filiación divina (¡qué regalo!). Hay un solo requisito: amar; amar
sin distinción y sin excepciones, especialmente a aquellos que nos hacen la
vida imposible, aquellos que nos traicionan, nos odian, aquellos que son
“diferentes”… Y más aún, orar por los que nos persiguen, los que nos hacen
daño. Tú nos has mostrado el camino: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (Lc 23,34). Señor, ¡qué difícil se nos hace seguirte!
Tú siempre nos hablas claro, sin dobleces: “Les
doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he
amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (Jn 13,34). ¿No será eso
nada más que un sueño, un ideal, una ilusión, una quimera, una ingenuidad de Tu
parte, Señor?
Pero Tú nunca nos pides nada que no podamos
lograr; y mientras más difícil la encomienda, más cerca de nosotros estás para
ayudarnos. En este caso nos dejaste el Espíritu de Verdad que iba a venir y
hacer morada en nosotros: “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito
para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo
no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen,
porque él permanece con ustedes y estará en ustedes” (Jn 14,16-17).
Durante este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos
hace un llamado a la conversión. Esa conversión de corazón es una obra de la
Gracia de Dios. Como nos dice el libro de las Lamentaciones: “Conviértenos
Señor, y nos convertiremos” (Lm 5,21). Y esa Gracia que obra la conversión en
nosotros la recibimos cuando le abrimos nuestro corazón a ese Espíritu de la
Verdad y le permitimos que haga morada en nosotros; ese Espíritu que es el Amor
entre el Padre y el Hijo que se derrama sobre nosotros. Solo entonces podremos
decir con san Pablo: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál
2,20).
“Conviértenos Señor, y nos convertiremos”.
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